miércoles, 18 de abril de 2012

COLABORACION DE LA COMPAÑERA PILAR HEREDIA


Delirios terminales o anecdotario de historias sobre historietas
Pilar Heredia
Una demora de casi dos horas y el irrevocable deseo de mantener los paseos de turista dentro de los márgenes del recuerdo guiaron a Juan Ese directo al puesto de revistas de la terminal de ómnibus. El puestero discutía con una chica sobre crítica de arte o tal vez sobre el precio de un Manual de Crítica del Arte, lo que le daba a ella una excusa para traer a colación sus intereses artísticos y descolocar al vendedor inusitado a ese tipo de visitas.
El caso es que Juan Ese, escondida su piel de catedrático debajo de unos jeans gastados y una remera que pedía un buen lavado, escaneó la disposición de la mercadería y eligió un Sargento Kirk/Ernie Pike de la Biblioteca Clarín. Pero no pudo pagarlo porque el debate artístico había derivado en anecdotario y no pasó mucho tiempo para que fuera exigida su inclusión en la conversación.
En la confianza de los narradores de anécdotas, pronto las reglas de cortesía inclinaron el intercambio ocasional hacia el libro que Juan Ese aún sostenía en sus manos y que todavía no había comprado. Al tiempo quedó revelada su identidad profesional.
-Y dígame, Profesor –al puestero no le había bastado la aclaración de llamarlo Juan a secas-, ¿quién es el que hace esa Biblioteca Clarín que dejó afuera grandes historietas argentinas? Todo bien con los superhéroes de yanquilandia pero nosotros tenemos más, mucho más que Oesterheld y Fontanarrosa. Mire, yo he pasado veranos entre algunos Tony y D’Artagnan y le puedo decir que acá falta el Capitán Camacho. Todavía me acuerdo del episodio del milico “Abrojo” cuando peleó con el tigre reboleando sus Tres Marías. ¡Qué lealtad entre el milico y el capitán! ¡Eso era gauchesca pura!
Juan Ese también recordaba el episodio. Una especie de homenaje al paisano que después de las hazañas en la frontera retorna empobrecido al hogar. “El cimbronazo del tiempo [los martillazos del rematador, diría yo,] le ha doblado el lomo al milico veterano. Su marcha va rumbeando hacia el olvido…”
-¿Y qué opina? – la pregunta del puestero había quedado algo anacrónica pero la chica no le iba a fallar a su picardía curiosa y ahora exigía una respuesta- ¿Cómo eligen a quién publicar?
A Juan Ese se le cruzó una sonrisa por la cabeza, esa que aparecía cuando se veía en la no poco interesante situación de explicar algo a alguien que no ha navegado los mismos ríos de tinta que él (lo cual nunca quita la posibilidad de que haya navegado): – Siempre se trata de una decisión editorial con múltiples motivaciones. Hay cosas que venden y otras que no, esa es muy común. Hay cosas que merecen o requieren ser recordadas y otras que mejor sepultarlas: la conocida operación “Construya su propio canon”. En este caso, podemos pensar que la publicación de estas historietas nos introduce en la interminable cuestión de lo que puede considerarse literatura y lo que no.
La chica no tuvo tiempo de digerir esto último porque de la caja de críticos debajo de la sección de películas truchas se asomó un Federico Reggiani con cara de “a mi juego me han llamado”.
- Y tiene razón, mi amigo, es lo que he denominado estantificación (1)[1], un meticuloso procedimiento autorizado que, con un formato en el tamaño justo y un buen prólogo legitimador, lleva a cualquier obra directo a los estantes de la biblioteca del letrado. Fíjese cómo los prólogos que acompañan estas historietas siempre hablan de recuerdos del pasado (generalmente ligados a la infancia), como si lo que se estuviese a punto de leer fuera digno de leerse porque ya ha sido leído por alguien que autoriza su lectura. – el crítico de la caja se quedó un rato saboreando el trabalenguas que había producido la teorización- A propósito, usted me recuerda a un Juan que prologó un libro como el que tiene en la mano.
- Suelen confundirme con otros Juanes – comentó el portador del libro que todavía no era suyo -. Ese proceso de estantificación que usted menciona explicaría, entonces, la separación de la literatura culta de aquella que... – iba a entrar en una perorata técnica pero prefirió mantener el clima anecdótico – Mejor veamos un ejemplo: el Capitán Camacho, que recién mencionaba el señor, es una de las tantas historietas del ’80 que tematizan la cuestión de la frontera a fines del siglo XIX y que sirven de ilustración del costumbrismo criollo. La frontera es un punto de contacto entre dos o más culturas y no siempre se la ha reconocido como un espacio dinámico con múltiples y cambiantes significados. Allí, muchas veces se hermanan la civilización y la barbarie y vuelven a delinearse una frente a la otra de maneras nunca antes pensadas. La literatura de frontera es un género que narra una gesta nacional en clave popular haciendo visible todo aquello que se quiso (que el Estado quiso) invisibilizar[2](2). El caso del milico “Abrojo” es el de tantos que fueron reclutados para el ejército y no recibieron nada a cambio. Empobrecido, despojado de las pertenencias que revisten al gaucho -las Tres Marías, el poncho y su azulejo-, invisibilizado, queda destinado al olvido. Pero la justa actuación del Capitán Camacho con una cuenta pendiente en la memoria lo salva de este destino inexorable y le restituye la honra de la visibilidad.
Ahora bien, ustedes querrán saber a qué viene todo esto. El señor aquí presente me señaló con suma delicadeza y argumentos muy convincentes que la historieta del Capitán Camacho no fue incluida dentro de la Biblioteca Clarín. De modo que dicha historieta permanece invisibilizada para muchos, no ha sido estantificada y, por lo tanto, no ocupa un lugar en el estante de la biblioteca del letrado. Si entendí bien su teoría –ahora Juan Ese se dirigía a Reggiani-, el proceso de estantificación implica necesariamente la incorporación de paratextos propios de la edición de libros y de prólogos que permiten/autorizan el ingreso dentro del campo de lo literario. La estantificación, entonces, estaría ocultando bajo las formas de literatura culta, ese es el precio, una literatura de tipo marginal en relación con aquella que es la legitimada y legitimante, una subliteratura que, haciéndose visible, hace visible también historias y lugares de enunciación que no habían sido tenidos en cuenta por la cultura dominante[3] (3).
A Federico Reggiani le pareció medio osado vincular la categoría de visibilización/invisibilización con su flamante teoría. Igual sonrió: Juan Ese había tocado el tema cultural, no le quedaba mucho para que ella interviniera. Y como las paredes de la caja de críticos eran de cartón, no hizo falta llamarla ni hacerle un estado de la cuestión porque Laurita Vázquez había escuchado todo muy atentamente y tenía algunas observaciones que hacer.
-Por lo visto, su disertación ha pasado de la frontera al margen. Se ha servido de la literatura de frontera para hablar de la historieta como literatura marginal lo que me hace pensar inevitablemente en la cultura de las masas y en la paradoja de los textos leídos por los sectores populares como fueron y son las historietas. Y con paradoja me refiero a la cuestión de la representación de lo popular en esos textos donde hay que elegir entre leer en ellos la cultura popular o leer la cultura que es asignada como popular por la cultura dominante porque, seamos sinceros, es el sector dominante el que produce los textos que consumen los sectores populares[4](4). Esto se evidencia, por ejemplo, en las historietas para niños de Fray Mocho de 1912 que, al tiempo que entretenían, tenían una clara intención pedagógica-moralizante. Y si usted presta atención a la imagen final de la narrativa dibujada que recién puso de ejemplo, verá la figura arquetípica del gaucho. No la del gaucho que existió sino la del que se mitificó cuando la literatura canonizó a la gauchesca en su búsqueda de lo nacional. Hasta la insistencia del Capitán Camacho en el porte viejo de “Abrojo” y el respeto ceremonial con que lo revisten de gaucho me recuerda a un Don Segundo Sombra, figura del gaucho que se fijó como merecedora de ser recordada por resguardar los valores culturales.
Juan Ese estaba fascinado con los comentarios que salían de la caja de críticos.
-Mire, Laurita, entiendo muy bien la paradoja de las representaciones de las culturas populares que usted acaba de explicarme. El espacio de la literatura marginal es como el espacio de la frontera: heterogéneo y multiforme. Así como en la frontera entran en contacto indios, gauchos y demases, en el margen caben todas las manifestaciones literarias que se distancian del centro culto de la literatura propiamente dicha. Ahora, no me va a decir que TODAS estas literaturas marginales son producto de la cultura hegemónica. Como veo que le interesan tanto las cuestiones de la cultura, seguramente habrá leído a Williams, por lo que en este momento estará pensando en los elementos residuales y emergentes propios de una época. Es entre esos elementos emergentes donde se encuentra el germen que puede desestabilizar una formación dominante y pasar a ocupar la posición hegemónica, pero mientras tanto, dichos elementos permanecen al margen, como elementos subalternos que son. Lógica pura: si cuestionan lo dominante no provienen de él. Esto es lo que sucedía cuando “hacíamos época”, dentro de la marginalidad que ocupábamos nos oponíamos los historietistas de izquierda, progresistas, a los de derecha conservadores. Volviendo al tema de la cultura, el espacio que ofrecían tipos como Oesterheld durante el régimen sí que respondían a las representaciones propias del pueblo.
Laurita Vázquez, en su calidad de erudita conocedora de las técnicas y vicios de los historiógrafos de historietas con ninguna intención de dar definiciones fijas sino, muy por el contrario, amante de tirar dardos con más aristas del mismo problema, sólo tenía otro comentario para hacer.
-Tiene toda la razón en remarcar la heterogeneidad del espacio marginal y ha dado en el clavo al ubicar mi estudio dentro de la sociología cultural. Sólo me queda una última cuestión que tal vez pueda interesarle a aquellos que debaten este tema de la historieta en la literatura argentina. Voy a citárselo para que no haya confusiones – sacó un papelito azul y leyó:
“Trabajar sobre narrativas dibujadas nos sitúa en un campo epistemológico preciso. En este sentido, resulta necesario no leer sus objetos como “pasados dorados” o “nostalgias arcaicas” en alianza estratégica con el populismo cultural, la idea dominocéntrica de la alteridad y el legitimismo del “margen”. (…) Seguir reivindicando la marginalidad de estas producciones (lo que no es sino la contracara de una supuesta condición intrínseca del lenguaje) es continuar apostando al esteticismo conservador y populista en donde permanece inalterada la hegemonía cultural.”
Laurita volvió a doblar su papelito azul (que no era otro que su trabajo “ “En el comienzo hay un muerto…”: hacia un programa de estudios de la historieta latinoamericana”) mientras Juan Ese le dirigía a Reggiani una mirada de quien está digiriendo una idea y éste le contestaba encogiéndose de hombros con una sonrisa que decía algo así como “no hay caso, es una crítica de la caja”.
- Seguir reivindicando la marginalidad- continuó Laurita -, sería seguir apostando por la estantificación, seguir aceptando cambiar de apariencia para aparecer entre las literaturas cultas, si es que éstas consideran que las narrativas dibujadas son funcionales a ellas, porque ya sabemos todos que acá nadie hace puntada sin hilo…
En ese momento, se sacudió la caja de críticos y apareció Lucas Berone con todos los pelos desparramados en la cara.
-¡Hace calor y no dejan dormir!- y mientras se desperezaba ruidosamente, vio a Laurita en actitud de oradora y una audiencia bien dispuesta a la escucha y preguntó: - ¿En qué estaban?
-Terminaba de contar una de narrativas dibujadas – explicó Laurita Vázquez y Lucas escondió con un bostezo sus ganas de hablar. No había caso, los críticos de la caja eran todos historietófilos. – Bueno, y el último tramo de mi relato tiene que ver con la condición de producto de la industria cultural que tiene la historieta que le otorga un papel activo en la conformación de subjetividades y en la construcción de identidades.
-¡Ah, los imaginarios sociales!- Lucas Berone ya se había medio despabilado – ¡La función política-ideológica de la historieta y la función social que conecta con los sentimientos populares! Tantas veces portadora de un ser nacional, muchas veces problematizadora de lo propio en el sistema de literatura nacional.
El aporte de Berone fue una arenga de recién levantado que también quedó incluida en el anecdotario. Y mientras Reggiani iba hasta el bar a buscar unas cervezas frescas, Juan Ese hizo su último comentario:
-Así como la dupla civilización-barbarie, las categorías de centralidad y marginalidad se definen relacionalmente. Y como en un campo de Bourdieu, los desplazamientos de los márgenes dentro de la marginalidad se explicarían por su relación con el centro legitimante. Sólo una historieta que sea funcional a la literatura del centro, al imaginario social que moviliza, será incorporada por éste. Por lo menos hasta que deje de ser considerada subliteratura. Pero, ¿qué pasa si no quiere renegar de su condición marginal? ¿Cuál es el problema si elige quedarse en la frontera y hasta irse a vivir con los indios como el Sargento Kirk?
“Después de todo, la libertad heterogénea de la frontera y el margen es bastante tentadora. La libertad del Capitán Camacho que todavía no ha sido prologado.” Juan Ese terminó la frase en sus pensamientos porque los críticos habían vuelto a su caja. Y entre tanto margen dentro de la marginalidad, los que se habían quedado al margen de la conversación eran el puestero y la chica, y no porque no pudieran seguir aportando anécdotas sino porque el instinto de conservación indica que cuando hay críticos dando vueltas lo mejor es salvar el pellejo… Y llevarse una buena anécdota.
Juan Ese pagó su libro de historieta estantificada y se fue por el camino opuesto al que siguió la chica, sufriendo de un terrible empacho por abombamiento de ideas que no lo iba a dejar dormir en el colectivo. Pero el que se quedó pensando un rato largo fue el puestero que todavía no podía salir del asombro: siempre había creído que en esa caja debajo de la sección de películas truchas sólo había un montón de papeles que un día usaría para algún asado.



[1] Este Reggiani de la caja de críticos debajo de la sección de películas truchas ya había expuesto su Teoría de la Estantificación en “Quisiera ser literatura: el prólogo como recurso de legitimación en la edición de libros de historieta en Argentina. El caso de la Biblioteca Clarín de la Historieta.”
[2] En este punto, Reggiani reconoció en el discurso de Juan Ese las palabras de una compañera de la caja de críticos, Andrea Bocco, que hacía unos meses le había contado algo acerca de una ponencia en unas Jornadas de Literatura. No quiso hacerle notar el préstamo ideológico simplemente porque le urgía saber a dónde quería llegar con todo esto.
[3] Reconozco que el planteo de Juan Ese hizo que me interesara por la cuestión de la historieta y la literatura argentina. Leyendo sobre el tema, descubrí que sus ideas sobre literatura marginal son bastante cercanas a las de otro Juan: “Lo que se denomina habitualmente como literaturas marginales o subliteratura, géneros menores, ocasionalmente literatura de masas, etc., comprende una gama casi infinita de textos que navegan en una tierra de nadie crítica, vulnerables al vapuleo, heterogéneos partícipes de una gran bolsa de residuos. Residuos, recortes: lo que sobra de las categorías reconocidas y establecidas. (…) La denominación indica la situación tangencial, de pertenencia, no pertenencia con relación a un núcleo definido, la literatura, utilizado como punto de referencia por contigüidad.” SASTURAIN, Juan, 1995: “Sobre historietas y literaturas marginales”. En: El domicilio de la aventura. Colihue. Buenos Aires. p. 48
[4] Cuando en otra oportunidad me encontré con Laurita, le comenté que no había estado muy de acuerdo con este planteo. La proliferación de blogs y de nuevas técnicas de producción y difusión de historietas tal vez sí dejan entrever una representación propia de la cultura popular. Ella estuvo de acuerdo y me dijo que en ese momento se había basado en su trabajo “Historia de la Historieta: aproximaciones teóricas y metodológicas para una investigación en curso” que se refería a historietas del ’80 e incluso anteriores. También me hizo notar (o tal vez imaginar), junto con Reggiani, el tono anecdótico que había abundado en el discurso de Juan Ese y que respondía a una forma de tratamiento muy común del objeto historieta en donde se lo presenta como algo ya del pasado, cuya edad de oro (los ’50) ya se ha acabado. Esto indica con respecto al “estudio de las culturas populares que “en el comienzo hay un muerto”, en el sentido de que un tema deviene en objeto de investigación una vez suprimida/censurada su “peligrosidad” social. (…) la historieta es un lenguaje que entra a la academia cuando finaliza su época dorada.” (En: “ “En el comienzo hay un muerto…”: hacia un programa de estudios de la historieta latinoamericana”)

Alguna bibliografía encontrada en la caja de críticos
debajo del sector de películas truchas
BERONE, Lucas Rafael. “Imágenes de la ciudad y alegorías de lo “propio” en la historieta nacional. Buenos Aires era una ruina.”
____________________ “Campo literario y campo de la historieta en Argentina. Notas para un análisis en fase.”
____________________ “El discurso sobre la historieta en Argentina (1968-1983)” En: Diálogos de la comunicación. Revista Académica de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social. ISSN: 1995 – 6630. N° 78. Enero-Julio. 2009
BOCCO, Andrea, “Visibilizar las culturas aborígenes: una operatoria de la literatura de fronteras.” En: XVI Jornadas de Literatura (creación y conocimiento) desde la cultura popular, Córdoba. 2011.
LANDA, Carlos G. y SPOTA, Julio César, “Dibujando fortines, indios, milicos y malones. Aspectos históricos y socio-culturales de la representación de la Frontera Sur con el indio durante el siglo XIX en la historieta argentina. Algunas reflexiones desde la Antropología y la Arqueología.” En: Primer Congreso Internacional de Historietas. Viñetas Serias. Buenos Aires. 2010
REGGIANI, Federico, “Quisiera ser literatura: el prólogo como recurso de legitimación en la edición de libros de historieta en Argentina. El caso de la Biblioteca Clarín de la Historieta.”
SASTURAIN, Juan, “Sobre historietas y literaturas marginales”. En: El domicilio de la aventura. Colihue. Buenos Aires. 1995
VÁZQUEZ, Laura. “ “En el comienzo hay un muerto…”: hacia un programa de estudios de la historieta latinoamericana.” En: Diálogos de la comunicación. Revista Académica de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social. ISSN: 1995 – 6630. N° 78. Enero-Julio. 2009
________________ “Historia de la Historieta: aproximaciones teóricas y metodológicas para una investigación en curso.” En: Papeles de trabajo. Revista electrónica del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de General San Martín. ISSN: 1851-2577. Año 2, n°4, Buenos Aires, noviembre de 2008.

1 comentario:

Roberto von Sprecher dijo...

Pilar: perdón por el tamaño de las letras, quise agrandarlas pero no se que es lo que falla... quedo muy pequeño, sobre todo las notas al píe. Roberto