DADO QUE AL COMIENZO REPASAREMOS LA TEORIA DE PIERRE BOURDIEU, COPIAMOS, A CONTINUACION, UN TEXTO MUY BASICO PARA REPASAR LOS EJES CENTRALES DE SUS PLANTEOS, LOS GRAFICOS SE DESARMAN AL COPIAR, LUEGO LES PASAREMOS UNA COPIA DEL ARCHIVO PARA SUBSANARLO)
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von Sprecher, R. (Coord.) (2007) Teorías Sociológicas. Introducción a los contemporáneos. Editorial Brujas. Córdoba.
LA TEORIA SOCIAL DE PIERRE BOURDIEU.
Roberto von Sprecher
Sobre las
características de este capítulo.
Este es un capítulo escrito
de memoria, de la memoria de nuestras clases, que pretende hacer accesible los
elementos centrales de Pierre Bourdieu a quienes quieren iniciarse en él. No es,
celosa, ni ortodoxamente una mera repetición de sus planteos, tratando de ser
respetuoso de su pensamiento los toma a veces como fuente de inspiración para
considerar algunos fenómenos que el francés no considero, y, en algún caso,
señalamos las que consideramos sus limitaciones. Sin embargo, partimos de tomar a Bourdieu
como un autor central para pensar realidades como la Argentina, donde la
desigualdad, la dominación, las clases… por ejemplo, son cuestiones que se
palpan a diario y que se ven en cada esquina
La teoría social de
Pierre Bourdieu.
“No
podríamos contar nuestras relaciones con un ser al que hemos conocido, aunque
sea poco, sin hacer que se sucedan los sitios más diferentes de nuestra vida.
Así, cada individuo –y yo mismo era uno de esos individuos- medía para mí el
tiempo por la revolución que realizó no sólo en torno de sí mismo, sino en
torno de los demás, y especialmente por las posiciones que ocupó sucesivamente
con relación a mí. Y todos esos
diferentes planos con arreglos a los cuales el Tiempo, desde que yo acababa de
recobrarlo en aquella fiesta, disponía de mi vida, haciéndome pensar que, en un
libro que se propusiera contar una, habría que emplear en lugar de la
psicología plana que se aplica generalmente, una especie de psicología del
espacio, daban sin duda una belleza nueva a esas resurrecciones que mi memoria
operaba mientras estaba solo en la biblioteca, porque la memoria, al introducir
el pasado en el presente, suprime precisamente esa gran dimensión del Tiempo
con arreglo a la cual se realiza la vida.”
Proust, Marcel (2000) En Búsqueda
del tiempo perdido. 7. El tiempo recobrado. Biblioteca Proust. Alianza
Editorial. Madrid. Pág. 401.
Los grandes escritores de literatura, ese
formato de la creación humana superior al de la escritura científica o
académica, suelen dar cuenta de lo social con una precisión que no se puede
achacar simplemente a la inspiración sino, más bien, a unas dotes fuera de lo
común para internarse en las relaciones humanas y dar cuentas de ello con una
sistematicidad ajena a la ríspida metodología científica. No caben dudas de que Marcel Proust, con ese
tratado de lo humano social que son las casi cuatro mil páginas de En búsqueda del tiempo perdido, se
convirtió en uno de los maestros fundadores de la literatura moderna, y aunque
parezca temerario afirmarlo de la sociología contemporánea con la mediación de
Pierre Bourdieu.
Cuando uno lee La distinción (1988b) no quedan dudas de que Bourdieu es un
conocedor y un admirador de Marcel Proust (como también lo es de Joyce o de
Flaubert). ¿Cómo podría no serlo si en el texto que citamos más arriba Proust
ya prefigura en unas pocas líneas lo que va a ser la sociología de Bourdieu?:
el abordaje de las relaciones entre las posiciones de los agentes sociales
desde una perspectiva diacrónica, que da cuenta de que no podemos entender
dichas relaciones y dichas posiciones sino como mutables y mutando en relación
a unas trayectorias que se desarrollan y relacionan en el Tiempo.
Señalan Bourdieu, Chamboredon y Passeron que
Marx y Durkheim convergen en “lo que podría denominarse principio de la no
conciencia” (1994: 31): “Durkheim, que exige del sociólogo que penetre en el
mundo social como en un mundo desconocido, reconocía a Marx el mérito de haber
roto con la ilusión de la transparencia: «creemos fecunda la idea de que la
vida social debe explicarse, no por la concepción que se hacen los que en ella
participan, sino por las causas profundas que escapan a la conciencia»” (citado
en Ibid, 1994: 30). Bourdieu, a pesar de haber sido
frecuentemente acusado de estructuralista,
consideraba esta perspectiva sobre la objetividad como inadecuada ontológica y
científicamente en cuanto supone una subjetividad determinada totalmente por
exterioridades y por lo tanto al ser humano como una especie de títere de las
estructuras.
Tampoco consideraba conveniente, al
contrario que Giddens, partir de la elaboración de una teoría social general,
abstracta. La teoría, consideraba, se
debe ir construyendo sobre el trabajo empírico y efectivamente él va trabajando
y retrabajando la suya sobre investigaciones.
La teoría de Bourdieu, si repasamos cronológicamente sus libros, no es nunca
igual a si misma, como la sociedad o la vida misma, y eso que puede
considerarse una virtud y una demostración de la construcción de lo social, ha
sido alguna vez confundido con un “sistema asistemático”. Denis Baranger, luego
de hablar de la falta de sistematicidad de Bourdieu “de una vez y para
siempre”, realiza una afirmación que supone cierto tono crítico y, en realidad,
termina caracterizando virtudes: “Se trata de un programa de investigación
empírica en el que el aparato conceptual se va ajustando progresivamente
mediante su extensión a nuevos contextos y pruebas.” (2004: 162)
Por otro lado, fiel a su creencia en el
potencial liberador de la sociología, Pierre Bourdieu se convirtió en un activo
militante contra el neoliberalismo y la globalización, y condenó a los
devenidos intelectuales orgánicos de la
clase dominante: “El imperialismo de la
razón neoliberal logra su realización intelectual en dos nuevas figuras
ejemplares del productor cultural. Primero,
el experto, que prepara, a la sombra los bastidores ministeriales o patronales
o en el secreto de los think tank,
documentos de fuerte tenor técnico, elaborados en lo posible en lenguaje
económico o matemático. Luego el consejero en comunicación del príncipe,
desertor del mundo universitario que pasó a trabajar al servicio de los
dominantes, encargado de traducir al estilo académico los proyectos políticos
de la nueva nobleza estatal y empresarial; su modelo planetario es sin duda el
sociólogo británico Anthony Giddens (…)” (2002: 128)
Se suele escuchar
frecuentemente que los últimos trabajos de
Bourdieu perdieron rigor científico debido a sus compromisos políticos,
con los dominados, o contra el neo-liberalismo, agreguemos. Creemos, al contrario, que ganó en rigor
actualizando la Tesis 11 sobre Feurbach[1].
Esquema General de
la teoría social de Pierre Bourdieu.
La teoría social de Pierre Bourdieu es, al
mismo tiempo, simple y compleja. Como
una herramienta para pensar distintas situaciones sociales se revela como una
teoría accesible y práctica, resulta útil para organizarse en el análisis de
innumerables fenómenos, para comenzar a abordarlos, pero, a partir de ese punto
inicial el análisis se puede complejizar y profundizar trabajando sobre la
primera aproximación.
Sin embargo, no es fácil para quien lo comienza
a leer lograr un manejo suficiente de la teoría para que esta se convierta en
una herramienta de utilidad extendida.
Consideramos que esto se debe, en parte, a que la teoría de Bourdieu
tiene la misma lógica que él utiliza para analizar la realidad social: una
serie de posiciones que se relacionan entre sí y que no pueden entenderse si no
es en relación una con la otra, ninguna de las posiciones se pueden entender si
no es en referencia simultanea a las otras posiciones. Bourdieu propone un
pensamiento relacional.
No
podemos entender qué sucede cuando los hombres realizan sus prácticas sociales,
cuando hacen algo, si no tenemos en cuenta las relaciones entre componentes
objetivos y subjetivos, estructurales y de construcción. Su teoría está
constituida por un conjunto de conceptos relacionados entre si, que ocupan
posiciones en la teoría y que no se entienden sino en relación con los otros
conceptos. No podemos entender lo social
sino tenemos en cuenta, simultáneamente, la relación entre las estructuras
externas objetivas, las estructuras internas subjetivas y las prácticas
sociales.
A partir de las consideraciones anteriores
trazaremos una visión general de la teoría que facilite el acceso a su
aplicación. Bourdieu evita la explicación estructuralista tanto como la meramente
contructivista de por qué los hombres hacen lo que hacen; se posiciona desde
ambas recuperando aquel planteo de Marx, del El 18 Brumario de Luis Bonaparte, respecto de que los hombres hacen
su historia, pero a partir de condiciones que no eligen. Plan que Marx no
cumplió al mantener el eje de su explicación en la determinación en última
instancia por lo material.
El punto de partida lógico del análisis de lo
social lo constituyen esas estructuras que los hombres no eligen, ajenas a su
voluntad y conciencia, y que encuentran como condicionamientos al nacer si
tomamos como referencia el espacio social general, o al incorporarse a una
estructura particular, si consideramos como referencia a los campos. Por
ejemplo, un alumno cuando ingresa a la Universidad se encuentra con una estructura
previa, independiente y ajena a su voluntad, así comienza un Plan de Estudios
ya prefijado, con asignaturas que tienen sus contenidos mínimos prefijados, con
un régimen de asistencia, trabajos prácticos, teóricos, parciales, exámenes,
etc., etc. Claro que desde el momento mismo en que nos incorporamos a
cualquiera de esas estructuras sociales tenemos posibilidad de ejercer efectos
sobre las mismas. Giddens, como veremos en otro capítulo, considerará, al
contrario, la agencia humana, la construcción por parte del hombre, como el
punto de partida del estudio de lo social.
Entonces, para Bourdieu, el punto de partida es
el momento objetivista del análisis o de la indagación, en el cual nos abocamos
a caracterizar las estructuras sociales externas, lo objetivo, lo social hecho
cosa. El segundo momento del análisis será el subjetivista, la consideración de
las estructuras sociales internas, subjetivas, o lo social hecho cuerpo. Pero, entre ambos momentos, como entre las
disposiciones que conforman los habitus y las prácticas sociales, los agentes
sociales se enfrenta a situaciones -en las relaciones con los otros agentes
sociales-, ante las cuales no tienen otra alternativa que tomar decisiones y
realizar prácticas, aunque no las hagan reflexivamente. Decidir al calor de la
acción, hubiera dicho Bourdieu.
PRACTICAS
SOCIALES
DECISION
SITUACION
ESTRUCTURAS SOCIALES INTERNAS
HABITUS
DECISION
SITUACION
CONSTITUCION DEL
HABITUS EN INTERACCION
CON
OTROS
AGENTES SOCIALES
ESTRUCTURAS SOCIALES
EXTERNAS
POSICIONES Y
RELACIONES
El momento objetivista de la indagación
sociológica, entonces, se ocupa de las estructuras objetivas externas. ¿Por qué
objetivas?. ¿Externas a qué?. Son estructuras que existen independientemente de
la voluntad, conciencia y subjetividad de cada agente social y externamente a
cada uno de ellos; los otros agentes sociales existen como objetos sociales
externos a la subjetividad de cada uno en particular, y a su vez este agente
existe objetivamente para los otros.
En tanto autor de este capítulo formo parte de
la estructura externa al lector, a los co-autores, al editor, etc., y que en
tanto estructura los constituye como tales.
El lector es lector, por ejemplo, en cuanto hay un autor. Lector/es,
co-autores, editor, etc., forman parte una estructura externa, objetivamente,
en cuanto los observo y considero desde mi subjetividad. Fuera de mí, en cuanto objetualmente existen
como objetos sociales.
En tanto pertenezco a una clase social, la
fracción dominada de los dominantes, supongamos, formo parte de una estructura
que existe objetivamente independientemente de la voluntad de los otros agentes
sociales y para ellos que son parte de alguna clase social.
No perdamos de vista que los conceptos que
utilizamos, los que utilizó Bourdieu, son construcciones del investigador y no
la realidad misma, o en todo caso un aspecto particular de dicha realidad a la
que intenta referirse.[2] Construido el concepto que denominamos estructura, ¿A qué consideramos una estructura?: al conjunto de las posiciones que ocupan los
agentes sociales y a las relaciones entre esas posiciones. Entonces, el concepto que hemos construido y
denominado estructura se refiere a un
conjunto de posiciones y a las relaciones que se establecen entre dichas
posiciones.[3]
En el planteo de Bourdieu las relaciones entre
quienes forman parte de una estructura social son relaciones de lucha y de
dominación, entre y de agentes sociales que ocupan posiciones desiguales y que
entre ellos se relacionan a partir de esa desigualdad, algunos están arriba,
otros abajo, otros en el medio. No son
estructuras visibles a simple vista porque las distancias entre las posiciones,
construidas en el papel, son distancias sociales que no necesariamente
coinciden con las distancias en el espacio geográfico. (Bourdieu, 1988b:
130) Una primera y simplificada
aproximación gráfica podría ser la siguiente:
Conviene distinguir, desde el inicio mismo, dos
tipos de estructuras externas: el espacio social general y los campos; el
primero es un espacio pluridimensional que incluye dentro de sí a los segundos.
¿Cómo comprender que las relaciones se definen
unas a otras a partir de la desigualdad?
En principio es muy sencillo: no podría haber alguien arriba si no
hubiera alguien abajo, y no podría nadie estar en el medio si no estuvieran
aquellos dos arriba y abajo. Esto puede
pensarse en términos de clases sociales y, entonces, nos referimos a esa estructura social general que hemos
llamado espacio social general, a veces denominada campo social. Como tantos otros conceptos de Bourdieu es de
aquellos que llama conceptos sign post[4].
El espacio social general, como concepto
herramienta, nos permite abordar y designar topografías sociales tan amplias,
tan macro, que no nos quedaran dudas que las clases sociales serán las
posiciones definitorias de las relaciones entre los agentes sociales. Todos los
agentes sociales forman parte de una clase social y están arriba, abajo, en el
medio, arriba entre los de arriba, abajo entre los de arriba… Por ahora,
consideremos el término clases en su sentido más extendido, como una forma de
categorizar las desigualdades más significativas que empíricamente se presentan
entre los hombres. Podemos analizar,
construir, así, como espacio social general a una ciudad o a una región. A tal
nivel, macrosocial podríamos decir, la principal forma de diferenciación entre
los agentes sociales es su agrupamiento en clases sociales. Pero, también, podríamos desde esta
perspectiva pensar un país, una región de un continente –la región del MERCOSUR, o del cono sur, si
quisiéramos-, un continente o el planeta todo.
Es una decisión del investigador que también puede ser útil para pensar en un
planeta dividido en clases. Un espacio
en el que las clases sociales siguen siendo un referente crucial es el de las
sociedades nacionales, aquellas constituidas alrededor de supuestos estados
modernos. Así, podemos pensar Argentina
como un espacio social general.
¿Y que será lo que defina las posiciones
desiguales que ocupan los agentes sociales en un espacio social general, o sea
en las clases sociales?. Los capitales que se jueguen a ese nivel.
Las posiciones que se ocupan en el espacio
social general y en los campos se definen por los bienes –capitales- que se
posean, estos capitales nos otorgan poderes desiguales que son una fuerza en
funcionamiento en las relaciones con los otros. ¿Por ejemplo? Capital
económico, capital cultural o capital conocimiento, pero también, podría ser
capital religioso. Los capitales que más
peso tienen en el espacio social general no están fijados a priori, varían socio-históricamente.
Las posiciones, entonces, se definen por los
diversos capitales que poseen los agentes sociales, capitales que funcionan
como poderes y que, por lo tanto, dan fuerza en las relaciones con los otros.
Puede haber infinitos capitales que definan
posiciones, ya que depende de que algún bien sea considerado valioso por los
agentes. De cualquier manera, a nivel del espacio social general y en las
sociedades actuales, son el capital económico y el capital cultural los que
definen las posiciones que denominamos clases sociales.
La misma lógica funcionará para los campos,
definidos alrededor del interés por capitales particulares, como lo raro en la
moda, o la habilidad para administrar el balón en el fútbol, o la salvación de
las almas en el campo de la religión católica.
Pero, esos campos definidos por capitales particulares están inscriptos
dentro del espacio social general y, en consecuencia, los capitales que definen
dicho espacio tienden a tener influencias sobre los juegos particulares. La lógica del mercado, el capital económico,
ha ido extendiendo su influencia, por ejemplo, sobre el campo del fútbol, que
se convirtió en profesional, dejó de ser amateur –situación en la que el campo
podía gozar de mayor autonomía-, y pronto pasó a ser un negocio global
incluyendo la transacción de hombres.
El segundo momento del análisis social es según
Bourdieu el subjetivista, y se ocupa de
las que denomina estructuras sociales interiorizadas o subjetivas, lo social
hecho cuerpo. Dichas estructuras dan
lugar a la existencia del habitus que
funciona como principios de “generación y percepción” de las prácticas sociales
y que se estructura como un conjunto de disposiciones.
Estas disposiciones se construyen e
interiorizan a partir de las posiciones ocupadas en el espacio social y en los
campos particulares, en un proceso que no es súbito –no incorporamos
disposiciones de golpe- sino prolongado y supone trayectorias en esas
posiciones. Supone el paso del tiempo. Señala Bourdieu: “El habitus es a la vez un
sistema de esquemas [principios] de percepción y de apreciación de las
prácticas. Y, en los dos casos sus operaciones expresan la posición social en
la cual se ha construido.” (1988b: 134)
Estas estructuras internas, subjetivas, están
compuestas por un conjunto de disposiciones relacionadas entre sí,
disposiciones a ver, a pensar, a gustar, a sentir, a hacer, etc., más de una
manera que de otra lo que es y lo que no es para uno, lo que es posible y lo
que no es posible según nuestra posición.
Por lo tanto, disposiciones a ver como a no ver, a pensar como a no
pensar, a gustar como a no gustar, a sentir como a no sentir, a hacer como a no
hacer.
Por ejemplo, si soy un marginado que nació y
creció en una villa miseria no tiendo a pensar en que algún día voy a ir a
estudiar en la universidad; esa posibilidad –siempre en términos de tendencia-
está directamente ausente de mi horizonte de pensamientos, de mis pensamientos
sobre el futuro, ni siquiera llego a plantearme si iré o no a la universidad.
La tendencia es que ni siquiera pensaré en esa posibilidad. Con mi trayectoria en una posición he
interiorizado lo que no es para mí, he interiorizado la dominación misma. Hablamos en términos de tendencias, lo cual
quiere decir que puede darse el caso de alguien que ocupa la posición de
marginado, que crece en una villa miseria, y llegue a estudiar en la Universidad. Pero esto es
tendencialmente tan excepcional, que Bourdieu solía referirse a milagros sociológicos; de hecho se
refería a él mismo como un milagro sociológico:
el hijo del primer miembro de una familia pobre de pastores, empleado de
correos, de una región marginal de Francia, como el Bearn, que llega a ocupar
las posiciones más elevadas del College
de la France,
reservadas como tendencia para aquellos que provienen de posiciones elevadas en
la sociedad, los cuales tampoco tienen que plantearse si irán o no a estudiar a
la universidad, porque como tendencia irán efectivamente y porque
subjetivamente tienen incorporadas las disposiciones de los privilegiados, para
los cuales ciertos arbitrarios sociales aparecen como naturales, se viven como la naturaleza
misma de las cosas.
Estas disposiciones, entonces, son
interiorizadas, como subjetividad social, por los agentes sociales a partir de
la experiencia prolongada –trayectoria- en una serie de posiciones en las
estructuras externas objetivas.
El resultado del habitus es la tendencia a que los agentes sociales estén dispuestos
a hacer lo que corresponde a las posiciones que ocupan. Al ocupar dichas
posiciones, durante cierto tiempo, han ido haciendo cuerpo lo que corresponde a
dichas posiciones en un estado determinado del espacio social y de los
campos. Así, si es dominado habría
adquirido las disposiciones a sentir, gustar, comportarse, como un dominado; si
es dominante lo contrario. Una orquestada complementación sin necesidad de
director de orquesta.
Las disposiciones que se adquieren en las experiencias tempranas[5]
de la vida, en la temprana infancia, son las más difíciles de modificar. En
este período se adquieren ciertas disposiciones generales que orientan nuestras
formas de ver el mundo y sirven de base para enfrentar las situaciones nuevas,
por lo menos inicialmente. Bourdieu
afirma que en el primer período de nuestra vida tendemos a ser lo que nuestros
padres nos dicen que somos. Nuestros padres tienden a decirnos que somos lo que
corresponde a la clase social a que pertenecen, a través de nuestros padres
interiorizamos disposiciones de clase, la base de prácticas enclasadas y
enclasables.
Habitus
es el término que eligió Bourdieu para referirse a estas estructuras sociales
subjetivas (estructuras sociales internas). ¿Estructuras en qué sentido? ¿Qué
clase de estructuras? Podríamos hablar de un conjunto de disposiciones que se
relacionan entre sí y que se definen unas en relación a las otras, pesando
algunas de esas disposiciones más que las demás. Podríamos hablar de disposiciones que tienden
a ser dominantes, como por ejemplo las disposiciones tempranas o las de clase.
Las disposiciones están, entonces, directamente
relacionadas con las posiciones y, como tendencia[6],
vemos el mundo y actuamos en él según las posiciones que ocupamos, teniendo
mayor peso las disposiciones de clase.
En el grueso de nuestras acciones estas disposiciones llevan a que hagamos
las cosas sin necesidad de reflexionar y que nuestras prácticas resulten
razonables a nuestras posiciones e intereses.
Pero, siempre existe la posibilidad de actuar racionalmente, sopesando
conscientemente los medios adecuados para lograr un fin y la elección racional
de uno de ellos.
Por ejemplo, un docente universitario con
muchos años de experiencia cuando está explicando una teoría suele responder a
las preguntas de sus alumnos sin detenerse a pensar en la respuesta, contesta
inmediatamente y, en general, adecuadamente en proporción directa con su
experiencia. En estos casos suele
ocurrir que el docente ha interiorizado a tal punto los conocimientos sobre la
teoría que explica, la conoce tanto, que no necesita reflexionar, o realizar
una evaluación racional en el momento de responder a la pregunta. Decide al calor de la acción. Ello no quiere
decir que el comportamiento del docente sea irracional, simplemente no le hace
falta hacer un cálculo racional en ese momento, puede actuar irreflexivamente o
en una forma que podríamos denominar automática y, sin embargo, es totalmente
razonable en relación a la situación que le han planteado los alumnos. Si se han interiorizado las disposiciones,
incluyendo los conocimientos (capital cultural o capital conocimiento
objetivado), adecuados a la posición, se puede actuar en forma inmediata, sin
necesidad de reflexionar ni realizar un calculo racional, en forma razonable y
totalmente adecuada a la situación. Claro que también es posible, que algún
alumno pregunte algo original o especialmente complicado y el docente tenga que
reflexionar para responder la pregunta; generalmente el docente de experiencia
realiza la reflexión en voz alta ante los alumnos (no se pone a pensar unos
minutos, o a escribir, antes de contestar) haciendo público y exponiendo el
proceso de reflexión y cálculo a partir del cual va elaborando o buscando una
respuesta.
Por el contrario, un docente universitario que
da sus primeras clases teóricas puede realizar un largo y estricto planeamiento
de lo que va a enseñar, de cómo lo va a enseñar, de cómo va a distribuir los
tiempos… Sin embargo, su clase suele no
tener algunas de las cualidades de la de otro docente con amplia experiencia y
conocimientos profundamente interiorizados, que desarrolla la clase sin
prepararla los días anteriores, sin haber pensado previamente sobre la
estructura de la clase y el orden en que va a desarrollar los temas, o la vía
por la que va a optar para dar cuenta de una teoría X. En el último caso la clase puede adquirir un
valor de espontaneidad y apertura que no tiene la clase del novato que,
justamente por el cálculo racional que ha realizado para organizarla, parece
trabada[7]. Casi seguro el docente que ahora puede dar
una clase atractiva y espontánea, ha pasado por una experiencia similar a la
del novato en sus comienzos y es esa experiencia es la que le permite ahora
lograr un plus. Ha logrado caminar sin
tener que pensar en cómo y cuándo moverá sus piernas y píes.
Bourdieu solía recurrir a Leibniz que afirmaba
que eramos autómatas en las tres cuartas partes de nuestras acciones. Se trata
de una figura, no quiere decir que seamos una especie de robots en parte de
nuestras acciones, y la proporción puede ser considerada como una posible
aproximación a como suelen distribuirse las prácticas espontáneas y las
reflexivas. De hecho si no sucediera así
la vida sería trabada, como la clase
del principiante.
Hasta ahora, entonces, en nuestra aproximación
general a la teoría de Pierre Bourdieu, consideramos las estructuras sociales
externas y las estructurales sociales internas, las disposiciones que se
constituyen, dijimos, a partir de la experiencia prolongada en posiciones,
interiorizando los agentes sociales que las ocupan lo que es para uno y lo que
no es para uno según dichas
posiciones.
El habitus,
a través del sentido, es el principio de generación de las prácticas sociales.
Si nuestra caracterización terminara aquí la
perspectiva de Bourdieu sería estructuralista: lo objetivo –las posiciones-
generan lo subjetivo –el habitus- que
a su vez genera las prácticas sociales.
Sin embargo, Bourdieu niega explícitamente que su teoría sea
estructuralista y plantea su teoría como un estructural-contructivismo
o como un contructivismo-estructuralista.
¿Adónde aparece el elemento de
construcción? El habitus sólo orienta nuestras prácticas sociales, esa es la
lógica del sentido práctico. No podría de ninguna manera determinarlas ante la
variedad de situaciones que pueden ir presentándosenos en la relación con otras
posiciones, relaciones tanto en presencia como en ausencia, imposibles de
resolver y encarar sin creatividad, sin invención. Ante las situaciones que se les presentan
constantemente a los agentes sociales tienen que tomar activamente decisiones,
aunque aparezcan como irreflexivas, al calor de la acción y la situación. El habitus no contiene un mandato taxativo
ante cada situación, la historia siempre pudo ser distinta[8].
Lo que los agentes efectivamente hagan es decidido por ellos mismos. La situación y la necesidad de tomar
decisiones constituyen la articulación que produce la apertura a la
construcción social, al cambio, a la innovación, a la ruptura, a la
creación… A cada momento con nuestras
decisiones estamos produciendo cambios en las estructuras sociales objetivas y
subjetivas (las prácticas se realizan dentro de las primeras por aquellos
agentes que portan esas estructuras
internas subjetivas), aunque se traten de cambios imperceptibles a simple vista.
Nunca somos el mismo o la misma que el día anterior, es como aquello del río
que nunca es igual. El alumno que
decidió realizar una pregunta, inteligente o no, cambió definitivamente el
curso de la clase.
Cuando estamos desarrollando nuestras clases y trato de
explicar lo anterior, solemos pararnos en seco y advertir a los alumnos,
mientras apuntamos hacia el techo con el dedo índice y aunque la frase no
encaje demasiado bien en lo que veníamos diciendo hasta entonces, “ahora vamos
a dictar la definición”. El habitus de los alumnos se pone en
funcionamiento: muchos de ellos aprestan hoja y birome, o abren el cuaderno que
todavía permanecía cerrado. Sin embargo,
no todos deciden lo mismo ante un profesor que plantea una situación definida
como “dictado de una definición”: algunos permanecen atentos esperando la definición
sin intenciones de registrarla por escrito, otros siguen mirando por la ventana
pensando en cosas más interesantes, alguno sigue conversando con un compañero,
etc. Sólo una vez ocurrió que todos, absolutamente todos, los alumnos
prepararon sus lápices y papeles para registrar la definición. Nos sorprendió por excepcional y se lo señalamos
cuando les advertí que jamás dictábamos algo tan definitivo como definiciones y
que los habíamos utilizado para dar un ejemplo: “Chicos, ustedes están
demasiado adaptados”.
Dijo Max Weber que los protestantes, hace unos
siglos atrás, trabajaron duro y racionalmente, viviendo al mismo tiempo en
forma ascética, buscando la salvación de sus almas, y que como consecuencia
inesperada y no buscada de esas conductas se produjo una tremenda acumulación
material que está en el origen del capitalismo occidental. Hace apenas unos
años un puñado de individuos armados con trinchetas y cuchillos de cocina
secuestraron un par de aeronaves y las estrellaron contra los dos edificios que
simbolizaban la especulación financiera de la globalización, cambiando el curso
de la historia reciente, llevando a que el imperio se revelara como tal y
dejara de lado la mentira de una globalización sin centro. Más allá de lo sangriento de hecho y de las
muertes injustas, el atentado a las torres gemelas de Nueva York fue un ejemplo
definitivo de que la historia siempre está abierta a la construcción, de que
los hombres hacen su historia. Claro que los cambios sociales estructurales son
más bien el resultado de acciones colectivas y de prolongadas luchas
simbólicas, incluyendo voluntad, organización, movilización, constitución de
visiones del mundo e identidades alternativas, etc.
Entonces, el planteo de Bourdieu no es
estructuralista: los habitus no determinan las prácticas sociales, las orientan
y los hombres no tienen más remedio que la libertad de decidir. ¿Pero, no
seguiría siendo estructuralista si las posiciones (estructuras externas
objetivas) determinan a las disposiciones (estructuran internas
subjetivas)? No recuerdo que Bourdieu se
haya detenido a explicar esto, pero de su sistema teórico se puede inferir que
el proceso de formación de las disposiciones de los agentes a partir de sus
posiciones es también un proceso de construcción.
Hay que considerar, dijimos antes, que las
prácticas humanas están estructuralmente abiertas a la construcción, a la
invención, al cambio, y que esa apertura está presente en cada situación que
obliga a los agentes a tomar decisiones.
Dichas decisiones dan lugar a prácticas concretas que modifican la
estructura objetiva misma, ya que quienes realizan las prácticas y construyen
son los mismos agentes sociales que ocupan posiciones, y establecen relaciones.
Las disposiciones se constituyen en la relación del sujeto que las interioriza
con otros agentes, que podemos denominar agentes de socialización (si no
tememos que utilizar terminologías de la sociología clásica norteamericana
devalúe nuestro escrito). La relación del agente socializado con los agentes
socializadores implica situaciones múltiples en una secuencia temporal abierta
a decisiones de ambas partes, supongamos padres y bebé. Hasta un recién nacido
como miembro de un campo, y del espacio social, tiene la posibilidad de
producir efectos sobre el campo. Y de
hecho el bebé siempre toma decisiones que hacen variar las de los padres. Así puede que llore al no ser amamantado, o
puede que permanezca en silencio, o que se mueva y llore, o que se mueva y
permanezca en silencio, o que patalee, o que agite las manos y crispe la
carita, etc., etc., etc.; cada una de las prácticamente infinitas respuestas
posibles a una situación pasan a formar parte de la nueva situación, a definir
una nueva situación, y todo esto a pesar de que en las edades tempranas, dice Bourdieu, tendemos a ser lo que
nuestros padres nos dicen que somos.
El proceso de construcción del habitus, como la socialización misma,
nunca concluye y siempre esta abierto a la posibilidad de la intervención
activa y perturbadora del socializado.
Por supuesto que el margen abierto para la innovación y el cambio varia
socio-históricamente, hay circunstancias –situaciones- más rígidas y otras más
abiertas.
Cerrando nuestra aproximación general a la
teoría de Bourdieu, que hemos esquematizado en el primer gráfico, podemos
afirmar que siempre hay condicionantes estructurales sobre nuestras prácticas
sociales y que nuestras prácticas sociales siempre están abiertas a la
construcción. Veamos como lo planteaba
Bourdieu en una conferencia dictada en Estados Unidos:
“Si tuviese que caracterizar mi trabajo en dos
palabras, es decir, como se hace mucho hoy, aplicarle una etiqueta, hablaría de
constructivist structuralism o de structuralist constructivism, tomando la
palabra estructuralismo en un sentido muy diferente de aquel que le da la
tradición saussuriana o lévi-straussiana.
Por estructuralismo o estructuralista quiero decir que existen el mundo
social mismo, y no solamente en los sistemas simbólicos, lenguaje, mito, etc.,
estructuras objetivas, independientes de la conciencia y de la voluntad de los
agentes, que son capaces de orientar o de coaccionar sus prácticas o sus
representaciones. Por contructivismo
quiero decir que hay una génesis social [por] una parte de los [esquemas] de
percepción, de pensamiento y acción, que son constitutivos de lo que llamamos
habitus, y por otra parte estructuras, y en particular de lo que llamo campos y
grupos, especialmente de lo que se llama generalmente clases sociales.” (1988a:
127)
El espacio social
general como espacio de las clases sociales.
Nos preguntábamos en el apartado anterior ¿qué
será lo que defina las posiciones desiguales que ocupan los agentes sociales en
un espacio social general, o sea las clases sociales que objetivamente ocupan
los agentes en esta estructura macrosocial? Contestábamos: Los capitales que se
jueguen a ese nivel. ¿Por qué esta respuesta tan ambigua? Porque no hay
capitales transhistóricos que siempre hayan sido los más importantes a nivel
macrosocial. Aclarado eso podemos
considerar que para la mayoría de las sociedades actuales esos capitales son el
económico y cultural, y respecto del “cultural” en particular el capital
conocimiento. Son los que definen las
posiciones que denominamos clases sociales.
En una
investigación que realizamos sobre consumos de medios masivos de comunicación y
nuevas tecnologías sobre la ciudad capital de La Rioja, determinamos que el
principal capital en juego en esta provincia es el capital social, dado que es
el que permite acceder a los cargos estatales, positivamente privilegiados o
negativamente privilegiados, usando los términos de Max Weber, y que permiten
el lucro económico.[9]
En el Afganistán dominado por los Talibanes, previo a la invasión del imperio
estadounidense, era el capital religioso el que establecía las posiciones de
clase.
Ahora
podemos preguntarnos por el concepto de posición, término que venimos usando
casi desde el comienzo del texto, y señalar que se trata del lugar que un
agente social ocupa en el espacio social y en cada campo al cual pertenece, en
relación al capital que está en juego.
El o los capitales dominantes en el espacio
social tienden a influir sobre todo juego que se realice dentro de ese espacio,
o sea sobre los juegos particulares que se realizan en cada campo. Esto no quiere decir que no haya campos
autónomos, pero, en la sociedad actual el capital económico tiende a forzar a
los otros campos a seguir su propia lógica.
Así el capital económico ha impuesto su lógica a campos, aparentemente
tan distintos, como el del fútbol o el
de la literatura. Así el campo periodístico, con la primicia como capital en
juego es, según Bourdieu, un campo dominando por el económico que a su vez
tiende a distorsionar diversos campos de la producción cultural o el político
mismo, por su poder para de volver públicos, hacer visibles, los
acontecimientos. (1997c)
Dominantes/dominantes,
dominantes/dominados y dominados/dominados las relaciones entre posiciones.
La del subtítulo es una forma de caracterizar a
las posiciones en el espacio social general, y por lo tanto al espacio mismo
como lugar de luchas entre poderes desiguales, que se extenderá a las
posiciones en cualquier campo particular.
Profundicemos nuestros planteos sobre las
posiciones definidas por la posesión de capitales. En realidad lo que otorga
más fuerza, más poder, una posición superior, no es la mera posesión de
capital, sino la posesión de los medios de producción de esos capitales. No es lo mismo poseer bienes, que poseer los
medios materiales de producción de esos bienes. No es lo mismo poseer
conocimientos que poseer los medios materiales e inmateriales de producir
conocimientos. En principio, no hay
carenciados absolutos de capital económico o capital conocimiento. Aún un excluido sin techo tiene un hato de
ropas viejas, a veces alguna moneda, y seguramente tiene unos conocimientos que
suelen ser los adecuados para sobrevivir en el campo de los sin techo.
Bourdieu considera que los agentes sociales
tienen estrategias, que no implican
un cálculo consciente o estrategias reflexivas[10]
que, en principio, apuntan a mejorar las posiciones ocupadas o por lo menos
mantenerlas. Las estrategias deberían
ser consideradas dentro del habitus,
como parte de las disposiciones que interiorizan los agentes, asociadas a una
posición. Asimismo deberíamos relacionarlas con el tema de los posibles
desajustes, dado que las variaciones de las condiciones objetivas pueden hacer
que esas estrategias fallen si no se adaptan a las nuevas condiciones.
En la sociedad actual, considera Bourdieu, los
capitales actuantes en el espacio social general son el económico y el
cultural, pero entre estos dos el económico domina al cultural –que nosotros
utilizamos más referenciado al conocimiento-. Lo que permite la posición
privilegiada de clase no es simplemente la pura posesión de capital económico
sino la posesión de los medios materiales de producción material, y nosotros
agregamos el acceso al lucro privilegiado, siguiendo la teoría sobre clases de
Max Weber (von Sprecher (Coord.), 2005).
El esquema planteado en el subtitulo es el
siguiente:
DOMINANTES
DOMINANTES
DOMINANTES dominados
dominados
dominados
o
D
D
D
d
¿Cómo llegamos a
elaborarlo? Primero establecemos la lógica división entre dominantes y dominados;
en segundo lugar consideramos las fracciones de clase en que se dividen los
dominantes y establecemos que si el capital económico predomina sobre el
capital conocimiento los que posean aquel dominan a los que poseen el último y
son por lo tanto DOMINANTES/DOMINANTES.
La fracción de los
DOMINANTES/dominados se distinguen no sólo por poseer capital conocimiento sino
también por poseer los medios para producir conocimiento (aunque por lo
general, los productores culturales reales no poseen los medios materiales para
producir conocimiento cuando esto son costosos, como en el caso de la
televisión)[12]. Los DOMINANTES/ dominados son los
intelectuales, y entre ellos no da posición privilegiada la mera posesión de
conocimientos sino la capacidad de producir conocimientos, la propiedad de los
medios de producción de conocimientos (inmaterial o material).
Las relaciones que se establecen entre las
clases sociales son relaciones de dominación: unos están arriba, otro en el
medio y otros abajo (y podemos seguir aplicando la misma lógica de análisis
según las necesidades de la indagación, por ejemplo entre los que están arriba
unos estarán más arriba, otros en el medio y otros más abajo).
Podríamos, si una indagación lo demandara dividir los
DOMINANTES/DOMINANTES en fracciones, o investigar sobre como algunos de los
dominados/dominados están más arriba y otros más abajo, dentro de la misma
clase. Antonio Gramsci, sin utilizar
estos términos, diferenciaba un grupo de intelectuales creadores del nivel más
elevado de la ideología, en nuestros términos propietarios de los medios de
producción de conocimiento, de otros grupos de intelectuales como los
divulgadores que no eran creadores de ideología sino los encargados de difundir
la misma en el grueso de la población. (von Sprecher (Coord.), 2005)
Posibles alianzas de los
DOMINANTES/dominados.
Esta cuestión resultará significativa al
plantear el posible cambio social estructural y las luchas simbólicas. Analizando el esquema de clases básico se
puede plantear que los DOMINANTES/dominados, los intelectuales, pueden
convertirse en aliados de los DOMINANTES, y por lo tanto colaborar a consolidar
el dominio de los mismos (de hecho toda dominación implicaría la participación
de estos intelectuales) o en aliados y voceros, en las luchas simbólicas, de
los dominados y en factores claves de la ruptura de estas relaciones de
dominación. ¿Cómo se pueden explicar la posibilidad de alianzas tan
variables? La explicación se basa en la
existencia de una homología estructural entre D/d, tanto con D/D como con d/d.
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¿Qué es una homología?: una relación que se da
entre dos elementos que tienen algo igual y, al mismo tiempo, algo diferente,
en ese caso son homólogos. En el esquema
de arriba constatamos dos homologías estructurales: los intelectuales tienen en
común con los D/D el ser dominantes, pero se diferencian de los mismos porque
ellos son dominados y los otros no, no comparten el hecho de ser
dominados; al mismo tiempo, los intelectuales
tienen en común con los d/d el hecho de ser ambos dominados, pero se
diferencian de ellos en el hecho de que son DOMINANTES y los d/d no.
DOMINANTES DOMINANTES
DOMINANTES dominados
dominados dominados
Esta homología es la base objetiva que explica
y hace posibles la alianzas de los intelectuales con los D/D o con los d/d.
Pueden, no hay nada que predetermine que harán empíricamente, aliarse hacia arriba o hacia abajo.
Empíricamente hay épocas en que gran parte de
los intelectuales se alían con los dominados, por ejemplo los intelectuales
argentinos durante fines de los años sesenta y setenta del siglo veinte. Hay
otras épocas en que gran parte se alía con los dominantes, como en el primer
período del menemismo en Argentina, y en cualquier época hay algunos que se
alían hacia arriba y otros hacia abajo.
Estos planteos, que se van a extender al
considerar el papel de los voceros intelectuales en las luchas simbólicas por
el cambio estructural, tienen fuertes y sospechosas homologías con los que
hiciera, décadas antes que Bourdieu, Antonio Gramsci. Sin embargo, Bourdieu decía no haber sido
influenciado por el mismo y sólo haberlo leído tardíamente. (1988a: 38)
Principales
capitales.
Podemos caracterizar, entre las
diversas formas en que se puede hacerlo, a los capitales como un conjunto de
bienes, que como los bienes de un mercado se producen, se pueden acumular, se
distribuyen, se evalúan, se consumen, se invierten y se pueden perder.
Los capitales posibles son infinitos, tantos
como bienes puedan constituirse en importantes para un conjunto de agentes
sociales a tal punto de constituir un mercado alrededor de los mismos (y un
campo). Cuando Bourdieu se refiere a los
capitales principales alude a los principales en el espacio social general, en
particular en las sociedades capitalistas actuales. Entonces podemos referirnos a, por lo menos,
cinco capitales, dos sustantivos y
tres adjetivos: económico, cultural,
simbólico, social y familiar, respectivamente.
El capital
económico supone la propiedad de bienes, tanto materiales como monetarios o
financieros, pero, como ya lo planteamos, el capital económico cualitativamente
más valioso lo constituyen los medios de producción material, pero también los
medios de especulación financiera. El lucro forma parte del capital económico,
pero no deberíamos dejar de relacionarlo con la educación privilegiada que abre
a unas posibilidades privilegiadas de lucro, recordando el planteo de Weber
(von Sprecher (Coord.), 2005).[13]
Al capital
cultural lo consideramos no sólo relacionado con el arte, sino sobre todo
con el conocimiento, sin anclarlo a un tipo de conocimiento particular. Así puede referirse a los conocimientos sobre
las artes en un sentido más o menos clásico (pintura, música, teatro, etc.),
menos clásico (cine, etc.) o más herético (comics, jazz, rock, juegos de rol,
etc.), pero también a conocimientos sobre informática, carpintería, jardinería
o marketing. En realidad preferiríamos
reemplazar el término capital cultural por el de capital conocimiento, pero no
podríamos incurrir en esa herejía tratándose de un texto que intenta explicar
la teoría de Pierre Bourdieu.
Se suele hacer referencia a que Bourdieu
distingue tres formas de capital cultural: interiorizado, objetivado e
institucionalizado:
Interiorizado: el conocimiento que se ha hecho
cuerpo. Los docentes, como muchos otros
profesionales, llevamos nuestro capital en el cuerpo, en el cerebro. Es lo que uno sabe y porta consigo.
Objetivado: hace referencia a objetos que
funcionan como indicadores de capital cultural o conocimiento. Por ejemplo, alguien posee en su casa cuadros
de pintores argentinos contemporáneos prestigiosos, como Guillermo Kuitca o
Carlos Alonso, tiene “objetos culturales” de autores consagrados y podemos inferir
que esa persona entiende de pintura, que tienen capital conocimiento sobre
plástica, pero puede, también, que esa persona no entienda nada de arte y haya
comprado los cuadros como una inversión aconsejado por un asesor
financiero. Uno entra en una casa en la
cual el propietario tiene cientos de libros, y presume que debe saber
mucho. Sin embargo, algunos compran
libros por metro como elemento decorativo.
Hay profesores que portan libros a clase que no usarán y los desparraman
sobre el escritorio, como si aportara algo a sus clases. Un alumno que vaya a rendir un examen y se
deje ver hojeando Reflexiones o La distinción de Bourdieu puede que
impresione a los profesores, pero en sí no demostrará nada sobre su saber por
portar los libros, lo cual seguramente será un indicador y una rara avis.
Institucionalizado: es el capital conocimiento
reconocido como legitimo a través de las titulaciones o certificaciones que
otorga, o avala, el Estado. Así el diploma de abogado, o médico o de Trabajador
Social. Corresponde a un período de la
modernidad en la cual el Estado se convierte en intermediario y garante de los
conocimientos que certifica. Aunque no
siempre el título garantiza que el sujeto portador del mismo tenga los
conocimientos interiorizados. Es el
capital cultural, sustantivo, con el agregado o plus, de capital simbólico,
adjetivo.
El capital
simbólico, como acabamos de afirmar, es una adjetivación. Es un plus que se
agrega a cualquier otro tipo de capital e implica que el capital al que se ha
añadido es reconocido como legitimo.
Como tal se puede agregar a cualquier tipo de capital, en el espacio
social general al económico o al cultural, en cualquier campo al capital
específico en juego. Podríamos
considerar también la existencia de un capital simbólico negativo, que
deslegitima la posesión del agente.
Uno puede tener dinero y que se reconozca la
legitimidad de su origen: “lo ganó trabajando” (aunque me temo que es un
ejemplo arcaico) y no coimeando.
Designar a alguien como “nuevo rico” ha sido una típica forma de
descalificación de aquellos que han adquirido su fortuna en forma tan rápida
que no han alcanzado a incorporar el estilo de vida de los que fueron ricos
desde la cuna (y aquí entra a jugar el capital familiar como otro plus). La oligarquía despreciaba a los inmigrantes
que se enriquecían con su trabajo y sacrificio, en ese caso no importaba que lo
hubieran ganado trabajando, no pertenecían a las familias patricias, ese era el
problema, no tenían el plus de capital social que la pertenencia a que la
oligarquía nativa otorgaba: aquí funcionaba el capital social como un
extra. Sarmiento, que no pertenecía por
origen familiar a los sectores dominantes, locales, les endilgo el denegatorio
mote de “oligarquía con olor a bosta”.
En el caso del capital económico no hay mecanismo y agentes formales
para consagrarlo con el plus de su reconocimiento y legitimación. En cambio
para el capital cultural existen múltiples instancias formales y burocracias
enteras destinadas a consagrar. Por
ejemplo, los docentes son uno de los agentes encargados de otorgar la
consagración y los exámenes son un mecanismo de consagración altamente
formalizado, reglamentado y ritualizado.
En el caso de los campos específicos, que los
mismos tengan –formales o informales- mecanismo y agentes de consagración internos
nos permite evaluar el grado de autonomía del campo. Si los mejores escritores son consagrados por
sus pares el campo tendrá autonomía, sin son consagrados por los índices de
ventas, por haberse convertido en best-sellers, habrá perdido su autonomía y
será el campo económico el que impone su lógica a una producción cultural
particular.
El capital simbólico es por definición
importante en cualquier campo porque es el plus que legitima la posesión del
capital específico. Así es el objeto de las luchas simbólicas por la imposición
de la visión del mundo, general o particular, legítima.
El capital
social es el resultado del conjunto estable de relaciones que mantenemos
con quienes ocupan otras posiciones y que podemos hacer valer como una carta,
como una fuerza, como un recurso. Este capital depende fuertemente de las
relaciones que heredamos de nuestra familia, actual y anterior. Suele alterar la autonomía de los campos
cuando, por ejemplo, en países como el nuestro, para conseguir trabajo resulta
tan importante tener el título correspondiente como ser hijo de R.R. y no de
N.N., o ser un Nores, un Bodereau, o un Garlot en Córdoba. La recomendación o la referencia a la estirpe
suele dejar fuera del trabajo a personas más calificadas que el portador de
apellido. Es un resabio de las
sociedades estamentales, pero si uno revisa los apellidos de los que han sido
jueces importantes o ministros en la provincia de Córdoba, comprobará que en la
moderna córdoba la oligarquía, que ha
perdido en buena medida el dinero, tiene un entramado de relaciones que le
sigue dando privilegios al momento de
acceder a los cargos lucrativos positivamente privilegiados (usando, de nuevo,
los términos de Max Weber), tanto en gobiernos peronistas, radicales, como en
dictaduras.
El capital
familiar es un plus que se agrega por el temprano y permanente contacto con
alguna actividad que se adquiere por la familiaridad con el mismo en el seno de
familias con ciertos capitales
particulares. En la familia se
aprenden ciertas cuestiones, se adquieren ciertos habitus, que luego pueden dar ventajas, en frecuente combinación
con el capital social. El hijo de un
músico suele tener un contacto tan temprano y familiar con la música que no
extraña que se dedique a la música y que corra con un plus respecto de aquel
que proviene de una familia donde no se tocaba ningún instrumento ni se daba
ninguna importancia a tal arte. Así no
es extraño que Dante Spinetta formara un grupo y tuviera éxito antes de terminar
la secundaria. Pero, tampoco es extraño
que el hijo de un médico aproveche la familiaridad con la medicina y se
convierta a la vez en médico, ni que el niño criado en una familia de
delincuentes cuente con unas habilidades tempranamente adquiridas para la
delincuencia. Claro que no hay aquí
ningún necesario ni determinación,
aunque el hijo de profesionales tienda a ser profesional y el hijo de villero
tienda a ser villero. El hijo de un villero o de un modesto empleado pueden
llegar a ser titulares de alguna asignatura en alguna universidad prestigiosa.
De nuevo recordamos que P. Bourdieu se refería a su propia carrera como un
“milagro sociológico”. Mariela López, una alumna, en una indagación preguntaba
al hijo de una familia en la cual el padre tenía un Plan Trabajar, “que iba a
ser cuando fuera grande”. El niño le contestó “tener un Plan Trabajar”.
Los capitales están
desigualmente distribuidos, y a consecuencia de esa distribución existen
dominantes y dominados. ¿Qué cuestiones
hay que tener en cuenta para analizar la distribución de los capitales?
Obviamente una primera cuestión es si se poseen los capitales o no. Que no se
posean capitales no quiere decir que se quede fuera de un campo, por ejemplo,
en el campo de la religión católica los fieles no poseen el capital específico,
no disponen de capacidad de producir capital “salvación de las almas”[14].
También es bastante obvio que afectará la posición la mayor o menor posesión
del capital. Pero no es tan evidente que
el poder de administrar el bien puede ser definitorio. En el capitalismo actual existen enormes
empresas cuyos propietarios son miles de accionistas que, en realidad, no
tienen control sobre el funcionamiento de las mismas. Los gerentes, que sin embargo son asalariados
–privilegiados, claro está- son quienes tienen el poder de administración de
las empresas y determinan el destino de bienes que no son de su propiedad. Desde la lógica interna del campo de la
religión católica podemos considerar que quien posee el capital de salvación de
las almas es Dios, sin embargo los fieles no obtienen de Dios la aseveración de
que sus almas se salvarán luego de la muerte, esto lo hacen los miembros de la
iglesia, que en esa lógica interna serían meros administradores del capital
salvación de las almas.
La antigüedad en la posesión es también un factor
importante, sobre todo cuando la pensamos en términos de trayectorias
familiares y de capital familiar. Sin
embargo con la primacía del neoliberalismo basado en la especulación financiera
y la informatización de la mayoría de las formas de producir bienes materiales
y culturales, la antigüedad puede volverse en contra de quien la posee. En las empresas transnacionales los gerentes
que basaban sus disposiciones en la producción fueron, si no ajustaron su habitus, desplazados por gerentes muy jóvenes
imbuidos en las normas de unas ganancias fundadas básicamente en la
construcción de imagen y en la especulación.
Por supuesto, la posesión también está marcada por la legitimidad o
ilegitimidad de su posesión, capital simbólico como reconocimiento y
legitimación o como desconocimiento y deslegitimación son adjetivaciones
definitorias de la posición.
Los campos.
En los campos, como podríamos haberlo hecho al
referirnos a los capitales, podemos ver claramente por qué plantea Pierre
Bourdieu que rompe con la lógica economicista del análisis de Marx, pero, al
mismo tiempo, extiende esa lógica de análisis a innumerables actividades que
suponen luchas por bienes que no son económicos, como ocurre en estos campos
definidos por un capital específico en juego. Los campos pueden ser analizados
como mercados de bienes en los cuales existe un proceso de producción (con
propietarios, productores y administradores), distribución (con intermediarios,
por lo tanto) y consumo (con demandantes), pero también con intermediarios
encargados de consagrar la posesión legitima de los bienes.
Sí el espacio social general es un espacio
social pluridimensional que contiene a los campos particulares, es una
estructura no sólo de relaciones entre clases sociales, sino también, simultáneamente,
una estructura de campos que ocupan posiciones en dicho espacio social general
y se relacionan entre sí mediante relaciones de fuerza y de lucha.
El espacio social general y los campos como
espacios en los que se compite por capitales específicos pueden ser
considerados, plantea Bourdieu, como mercados que se constituyen alrededor del
interés en esos capitales específicos.
Sí existen interesados en jugar el juego, pueden conformarse campos
alrededor de capitales, que desde alguna posición puedan considerarse
extravagantes, ridículos o ínfimos, lo cual constituye una práctica de
distinción: las miniaturas de metal de Warhammer y el juego de rol con ellas,
los muñequitos de los chocolates Jack,
las colecciones de figuritas antiguas,
las pinturas costosas en términos de capital económico o las pinturas
valiosas en términos de capital estético pictórico, el bondage, el hard core, o
el heavy metal de sword and sorcery, o el gusto por vinos
tan caros que la mayoría de los mortales jamás llegaremos a conocer sus
nombres.
Las relaciones entre las posiciones implican
tanto colaboración, como competencias y luchas.
Si uno de los capitales es el que mayor peso tiene para el
funcionamiento del campo, las luchas se desarrollarán -principalmente- alrededor
del mantenimiento y acrecentamiento del mismo.
Afirman Mitnik y Olivera que “...al examinar un campo deben tenerse en
cuenta a aquellos agentes que sin luchar directamente por el capital en juego
[el capital de mayor peso en nuestra caracterización], forman parte de esa
lucha como condición de la existencia misma del capital (…). Nos referimos a
posiciones como la de los públicos lectores en el campo literario, los
ciudadanos en el campo político u otras homólogas (…) la de los consumidores en
el campo publicitario, los públicos específicos en el campo de la información.
Por supuesto, estas posiciones en diferentes campos no remiten a sujetos
diferentes sino a posiciones de sujeto diferentes, que por definirse
relacionalmente son inseparables de la existencia misma de los campos en
cuestión.” (Mitnik, P. y Olivera G., 1993: 24)”
En el campo de la religión Católica los fieles son el equivalente a los
consumidores del mercado, demandan el capital salvación de las almas que no
pueden producir y que los convierte en dominados respecto de los miembros de la
iglesia que les pueden suministrar ese capital.
Pero, si no hubiera fieles demandando ese capital la iglesia Católica y
el campo mismo no existirían. Cuando se
produce la reforma protestante se ponen en cuestión las normas mismas del juego
en cuanto los protestantes plantean que nadie en la tierra, nadie de la
iglesia, puede asegurar a los fieles que sus almas van a salvarse.
Aseveraba P. Bourdieu: “los agentes sociales no
son «particulas» mecánicamente arrastradas y empujadas por fuerzas externas.
Son más bien portadores de capital y, según su trayectoria y la posición que
ocupan en el campo en virtud de su dotación de capital (volumen y estructura),
propenden a orientarse activamente, ya sea hacia la conservación de la
distribución del capital, ya sea hacia la subversión de dicha distribución.
Desde luego, las cosas no son tan sencillas, pero pienso que se trata de una
propuesta muy general que se aplica al espacio en su conjunto, aunque no
implica que todos los poseedores de una cantidad reducida de capital sean
forzosamente revolucionarios, ni que todos los poseedores de un gran capital
sean automáticamente conservadores. (…) En efecto, creo que no existe ninguna
ley transhistórica de las relaciones entre los campos. Desde luego, es difícil
no admitir que, en la sociedades industriales, el campo económico ejerce
efectos particularmente poderosos. (…) Las relaciones entre los campos (…)
nunca se definen de una vez por todas, ni siquiera en las tendencias generales
de su evolución. Y la mayor virtud de la noción es la de obligar a preguntarse,
con respecto a cada campo, cuáles son sus límites, cómo se articula con otros
campos. Esto no significa que nos encontremos en el vacío teórico de un empirismo positivista.
Disponemos de un sistema de preguntas que podemos formularle a la realidad”
(1995:72/73)
Entonces, los
campos se definen como tales –aunque, en realidad, los construye el
investigador en cuanto herramienta analítica- por la existencia de un capital
específico y por la existencia de jugadores interesados en jugar un juego por ese
capital particular. Homólogamente al
espacio social general, un campo supone dominantes y dominados, y la dominación
se define en relación al capital en juego.
Como en el análisis del espacio social general, una vez que establecemos
quiénes son los dominantes y quiénes los dominados, nos ocupamos de determinar
cuál es la fracción dominante de la clase dominante (los poseedores de los
medios de producción material en el espacio social general) y cuál es la
fracción dominada de la clase dominante (los poseedores de los medios de
producción de conocimiento en el espacio social general). Podemos analizar como campos a la religión
católica, al fútbol profesional, a la familia, etc. Hagamos un ejercicio comenzando a construir
el campo de la
Universidad. Supongamos que en un primer momento, partiendo
de la hipótesis de que el capital específico en juego es el conocimiento,
consideramos que los alumnos son los dominados porque son los consumidores, son
quienes demandan conocimientos y conocimientos para aprender a producir
conocimientos (aunque en realidad esto suelen hacerlo, a veces, los estudiantes
avanzados) y los docentes los dominantes porque son los que poseen los conocimientos
y conocen la forma de producirlos, que es lo que demandan los estudiantes. Sin embargo, apenas comenzamos a hipotetizar
sobre las fracciones de la clase dominante los docentes pasan a ser D/d. Esto debido a que los docentes, a pesar de
tener en un alto grado de autonomía, no pueden enseñar lo que quieran y como
quieran, dependen de una jerarquía que administra ese capital conocimiento y
determina por ejemplo planes de estudios, materias y contenidos mínimos a que
debe atenerse al desarrollar en la asignatura de la cual es profesor. No podríamos nosotros si enseñamos Teorías
Sociológicas o Sociología General dedicar un curso a explicar como fue
cambiando el desarrollo de la historieta argentina de Sonaste Maneco a Historieta
Reales, por más que el tema nos apasione.
En todo caso, como hemos hecho ahora y haremos luego, podemos
introducirlo como un ejemplo, lateralmente.
Si recordamos el tema de las posibles alianzas de los D/d, ahora no nos
resultará demasiado extraño que los docentes frecuentemente se alíen con los
estudiantes en las luchas que se dan al interior del campo, aunque también
suelen aliarse con las autoridades de turno, las dos posibilidades son
lógicamente y empíricamente posibles. Podrían preguntarse, a modo de ejercicio,
que significa en este campo que los estudiantes participen del gobierno
universitario con voto.
Hemos visto cómo un concepto sign post, el de campo, nos resulta
particularmente útil por su apertura y por su capacidad de funcionar como un
instrumento heurístico (Bourdieu, P., 1988a: 49/50; Mitnik, P. y Olivera, G., 1993: 21).
Lógicamente un mismo agente social, o un colectivo de agentes sociales,
pueden ocupar, y de hecho ocupan, posiciones en una multiplicidad de campos. Un
mismo agente social forma parte del espacio social general (lo ubicamos en una
clase social), forma parte de una familia, de una empresa, de una asociación
civil, quizás esté afiliado o sea militante de un partido político, puede ser
creyente de una determinada religión, es consumidor de televisión, quizás de
diarios y de libros, etc., etc.
En
algún momento los campos pueden solaparse, por ejemplo, el campo de la
producción material y el campo del Estado.
Hay campos que están desde el inicio mismo solapados como el campo del
trabajo social y el campo del Estado.
Cuando los campos se solapan la situación de lucha que se da entre ellos
suele tornarse
particularmente álgida. En el caso del solapamiento del campo del
Estado y el campo del trabajo social, podemos suponer una tendencia a la
dominación del campo mayor, el del
Estado, sobre el campo del trabajo social, como asimismo una serie de
relaciones muy complejas entre esos campos y entre los agentes concretos. Entre
quienes ocupan posiciones en el campo del trabajo social, encontraríamos a un
buen número que son empleados o funcionarios del Estado que les demanda unas
actividades que suelen entrar en contradicción con las disposiciones que han
interiorizado como trabajadores sociales al estudiar en la Universidad o en su
práctica en campos no estatales (como en las ONGs). Bourdieu se refería a la
situación de una categoría mucho más amplia de lo que denominamos
corrientemente trabajadores sociales en sus relaciones con el estado
neoliberal: “(…) contradicciones que
rayan el límite más extremo que experimentan actualmente todos los denominados
“trabajadores sociales”: asistentes sociales, educadores, magistrado de base,
así, como cada vez más, profesores y maestros.
Constituyen lo que llamo la mano izquierda del Estado, el conjunto de
agentes de los ministerios llamados dispendiosos, que son la huella en el seno
del Estado, de las luchas sociales del pasado, se enfrentan al Estado de la
mano derecha, a los enarcas del
Ministerio de hacienda, los bancos públicos o privados y los gabinetes
ministeriales. Muchos de los movimientos sociales a los que ayudamos (y
ayudaremos) expresan la rebelión de la pequeña nobleza de Estado contra la gran
nobleza de Estado.” Agrega enseguida, contestando
a una pregunta sobre dichas “rebeliones”: “Creo que la mano izquierda del
Estado tiene la sensación de que la mano derecha ya no sabe, o pero aún, no
quiere realmente saber lo que hacer la mano izquierda. En cualquier caso ya no
quiere pagar su costo.” (1999a: 12)
Un
campo mayor puede incluir subcampos o tener partes de sí dentro de campos
distintos o estar compuesto por subcampos diferenciados. Por ejemplo, en Las reglas del arte, al analizar P.
Bourdieu la constitución del campo literario como un campo con alto grado de
autonomía relativa en la
Francia del siglo pasado, considera el “campo de producción
cultural” (que se inscribe en el “campo de poder y en el espacio social”) como
integrado por dos subcampos el “subcampo de la producción restringida (arte por
el arte)” y el “subcampo de gran producción”. (1995: 189)
Este análisis es posible porque se trata de matrices teóricas
construidas para visualizar aspectos particulares del espacio social global. “...si bien los campos designan
conjuntos de existentes empíricos, aquello que consideramos como un campo es el
producto de una decisión teórica y metodológica que dependerá de los criterios
que utilicemos en la delimitación de la esfera social, de los agentes y de los
capitales en juego. No cualquier
conjunto de instituciones, posiciones y actividades constituye un campo, pero
diferentes focalizaciones pueden construir distintos campos o subcampos, aún
compartiendo parcial o totalmente el enfoque empírico de referencia. La posibilidad de concebir un recorte
empírico como campo sólo depende de la productividad teórica que esa
construcción demuestra. En otras
palabras, los campos existen, pero su modo de existencia es el propio de
cualquier objeto construido por una teoría;
es el punto de vista el que crea el campo y no a la inversa.” (Mitnik,
P. y Olivera, G., 1993: 26)
El campo posee mecanismos y agentes propios de
legitimación, en cuanto tiene autonomía, y puntos nodales de referencia de
legitimación, respecto de las actuaciones consideradas más valiosas en relación
a la actividad que lo articula. Más en
ocasiones esos mecanismos de legitimación pueden provenir de otros campos, lo
cual significará movimientos de cambios, de reacomodamientos, de las relaciones
entre los campos intervinientes, como de las relaciones de dominación entre
campos. Como señala Bourdieu, en la
sociedad actual el campo económico tiende a imponer su lógica al resto de los
campos y ello es particularmente notorio a partir del modelo neoliberal. Entonces, si bien los campos tienden a tener
autonomía relativa -siendo sobredeterminados por las articulaciones con el
espacio social general (Mitnik, P. y Olivera, G., 1993: 24)-, ese grado de
autonomía tiene grados variables.
Así, un campo tiene mayor autonomía respecto de
otros campos no sólo por poseer un capital específico, sino también por el
hecho de que los mecanismos encargados de otorgar reconocimiento -capital
simbólico- pertenecen al propio campo y no son externos al mismo, como pueden
serlo las empresas o el mercado supuestamente libre. Señala Bourdieu que “la dominación directa o
indirecta de la lógica comercial tiende a amenazar la autonomía de los
diferentes campos de la producción cultural al reforzar, dentro de cada uno de
ellos, a los agentes o las empresas más proclives a ceder ante el hechizo de
los beneficios «externos» porque disponen de menos capital específico
(científico, literario, etc.) y están menos seguros de los beneficios
específicos que el campo les garantiza de inmediato o en un plazo más o menos
lejano.” (1997: 112)
Si se siguen ortodoxamente algunos planteos de
Bourdieu, a veces se debe forzar el análisis para determinar la especificidad
de capital. En cambio, nos parece indispensable considerar la “actividad”
fundamental que articula la participación de los agentes que ocupan diversas
posiciones en el campo y de la cual dependen los intereses de dichos agentes,
aún sin haber determinado el capital específico en juego. Lo cual no quiere
decir que no sea crucial bucear acerca de cuáles son los capital/es que mayores
poderes otorgan en un campo, pero cuando estamos haciendo una indagación
empírica suele llevar un tiempo, un trabajo previo, lograr determinar los
capitales específicos, generalmente comenzamos trabajando con hipótesis de
trabajo o aún sin ellas.
Ilussio y libido socializada.
Todos aquellos que juegan el juego en un campo
están interesados en jugar ese juego. Bourdieu llama illusio a ese interés específico ligado a un campo particular, y
esa illusio es el resultado de la
libido biológica socializada. Todos
cargamos con pulsiones biológicas que están fuertemente atadas al deseo sexual,
y esa libido es desviada al precio de un trabajo de socialización hacia el
interés en múltiples bienes, incluidos algunos que desde la situación
socio-histórica actual podemos considerar más o menos extravagantes (ya hemos
dado ejemplos de qué cuestiones pueden constituir un campo). Incluso esa libido
puede ser desviada a un punto tal que se anulen impulsos sexuales biológicos:
es el caso de los campos que valoran el celibato y obligan a él a algunos de
sus miembros (más allá de que algunos se desajusten y den lugar a las llamadas perversiones[15]).
Otra cuestión que
hay que retener es que todo agente social, en cuanto se involucra en un campo
juega un juego interesado, a tal punto que del desinterés no existe como tal
porque el desinterés también brinda interés, reditúa en unos bienes
extras. Podríamos pensar en la Madre Teresa como
prototipo de una persona desinteresada que entregó su vida al servicio de los
pobres; sin embargo ese desinterés le brindó el interés de ser reconocida y
legitimada a nivel mundial, a tal punto que reyes, presidentes, ricos y
poderosos de toda calaña disputaron a los pobres un lugar en su velatorio. Un estudiante de cualquier carrera puede
afirmar, y ser sincero, que sus motivos para estudiar son absolutamente
desinteresados, que lo motiva el conocimiento mismo (lo cual en algunos campos
da réditos) o el deseo de ayudar a los pobres. Y sin embargo, si está
cursando una carrera universitaria podemos calificarlo como un capitalista
interesado en acumular capital simbólico, corriendo una Carrera por acumular
ese capital al aprobar cada materia y al obtener el título.
Ejemplo de campo:
la historieta realista argentina.
Presentamos a continuación, sintéticamente, un
caso de construcción y análisis de un campo, el de la historieta realista
argentina, que realizamos dentro de un proyecto de investigación en la Universidad Nacional
de Córdoba.[16]
En el mismo adelantamos análisis que corresponden al tema de ajustes y
desajustes de las disposiciones de los agentes sociales.
Alrededor de la historieta, en relación a una
demanda concreta o potencial de concretos o potenciales lectores, los
productores culturales reales (guionista, dibujante) a través de los editores
ofertan un producto. Es poco frecuente, en los últimos años, que la editorial
considerada como productora sea la propietaria de los medios de producción
material de la mercancía cultural (Editorial
Columba habría sido el último caso).
Históricamente el momento de la producción suponía un editor propietario
de los medios de producción culturales que empleaba a los productores
culturales reales (asalariados). Esto se
ha modificado. Particularmente desde mediados de los noventa aparecen los
autoeditores, fusionándose las posiciones de editor y productor cultural
real. Coincide este momento con la
crisis y desaparición de las grandes editoriales industriales y comerciales
nacionales. El lector sobreviviente o el
nuevo consumen básicamente ediciones locales e importadas de manga japonés[17]
y comics books de superhéroes
norteamericanos. La proliferación de
tiendas de historietas, denominadas comiquerías,
así como el cambio en el uso del término
tradicional “historietas” por global de comics,
son parte de un giro significativo donde, más allá de las apuesta e intentos de
cambiar el juego que se juega en el campo por parte de los independientes, es
el campo económico y las empresas transnacionales quienes se convierten en
dominantes en el campo directa o indirectamente.
Si hasta mediados de los noventa eran raras las
pertenencias sindicales de guionistas y dibujanteS, en la última mitad de esa
década los autoeditares organizan la Asociación de Historietistas
Independientes (AHI), una experiencia inédita que logra un avance positivo en
la distribución y logra lectores. Pero la crisis 2001/2002 y las diferencias
internas borran casi todos sus logros y desarticula el avance organizacional
logrado.
Repasemos más en detalle los cambios en el
campo de las últimas décadas. Los
ochenta, vuelta a la democracia y primavera
de los fanzines, fue un momento de recuperación en el campo. Por un lado, cierta renovación en la revista Humor Registrado y luego en Superhumor Registrado, hasta la revista Fierro que se dedicó a publicar
creadores ya consagrados, a crear un espacio –el subtemento[18]
Oxido- para los nuevos creadores, incluyendo los experimentales, y a
difundir parte de las historietas europeas
prohibidas durante la dictadura.
Creadores surgidos durante los años de represión editaron una multitud de
revistas y fanzines en todo el país,
pero la mayoría desaparecieron con la hiperinflación de 1989.
En el subcampo de los editores, industria
cultural, lógica dentro de la cual nació la historieta, se produjo un desajuste
de las que habían sido las principales editoriales y su posterior cierre. Esto ocurrío en el marco de la profundización
del neoliberalismo globalizante y excluyente;
tres factores importantes, aunque no los únicos influyeron en el
desajuste: a) La perdida de poder adquisitivo, o directamente del trabajo, en
los sectores populares y medios que fueron los lectores de las publicaciones de
Editorial Columba y que debieron
eliminar el consumo de revistas de historietas de sus presupuestos; b) El
ingreso, a partir de la paridad del peso con el dólar y la modificación de
políticas aduaneras, de revistas importadas, comercializadas a través de las
comiquerías, con las que las publicaciones nacionales debieron competir en una
relación desigual y c) Modificaciones en los gustos de los nuevos lectores
relacionados con la extensión global de la oferta de las transnacionales del
entretenimiento, con las propias modificaciones estéticas y narrativas de la
historieta y la extensión de la televisión por cable.
Los habitus
y el sentido práctico de los editores funcionaron a destiempo respecto de las
nuevas condiciones objetivas y se acentúo la escasa autonomía del campo de la
historieta realista respecto del campo económico. La imposibilidad de resolver
este desajuste es condición de la explicación del cierre de Columba (editora de El Tony, D’artagnan, Fantasía, Intervalo, etc.), La Urraca
(Fierro), Record (Skorpio y otras)
y El Globo (Las puertitas).
La desaparición de la tradicional industria
editorial argentina de historietas es, sin embargo, parte significativa de las
condiciones de posibilidad de autoediciones independientes y de una
distribución alternativa. Aunque la mayoría de los creadores profesionales
pasaron a trabajar para el mercado global.
Internet facilitó el trabajo a distancia para el exterior, que creció
con la caída del cambio uno a uno con el dólar.
Las autoediciones independientes crecieron al
mismo tiempo que iba desapareciendo la industria editorial tradicional, la
significación del capital económico fue parcialmente reemplazada por la
valoración de un capital estético y expresivo. Este criterio de consagración,
de constitución de capital simbólico para los creadores y autoeditores, va a
producir tensiones entre los miembros de grupos de creadores que se autoeditan,
en cuanto parte de quienes editan no profesionalmente en espacios alternativos
se plantean vivir de su creación.
Se verifica que a menor importancia del capital
económico mayor autonomía del campo de la historieta realista y menores
restricciones para la creación de los productores culturales reales, como
también que a mayor importancia del campo económico menor autonomía. Sin embargo también habría que pensar, como
lo plantea Bourdieu, que para los nuevos ingresados al campo el defender la
historieta no comercial, el fanzine,
la autoedición, la distribución alternativa, frecuentemente hecha mano a mano,
no es más que la necesidad convertida en
virtud, o sea que consideran valioso lo único que las condiciones del campo
les permite hacer.
Si bien los campos, por definición, tienden a
tener autonomía relativa, la misma tiene grados variables. Un período de alta autonomía, corresponde al
auge de las autoediciones desde mediados de los noventa hasta la crisis del
2001; la crisis de la autoedición sigue a la de la producción industrial, pero
sin embargo la autoedición –sin estructuras complejas, o directamente sin
ninguna estructura material especial-, se recuperó con cierta rapidez y volvió
a ser activa desde el 2003.
Con las autoediciones, los mecanismos de consagración se desplazan,
entonces, de las cifras de ventas masivas a las consideraciones estético
narrativas. La mayor autonomía del campo permite una eclosión creativa, que era restringida por las pautas de las
editoriales de la industria cultural favoreciendo una renovación. Pero, la desaparición de la publicación como
industria, la desaparición de los
lectores de sectores populares, como la autoedición, y la aparición de “tribus”
que se aglutinan alrededor del comic,
implica que los editores y lectores se conviertan en grupos reducidos de escasa visibilidad
pública.
La apertura de la importación incidió en la
proliferación de comiquerías que solo
lateralmente ofrecieron espacios de distribución a las autoediciones
nacionales; aquellas casi desaparecen con las crisis 2001/2002, pero desde el
2004 reaparecen. El kiosco, espacio en
el que tradicionalmente se distribuyeron y vendieron las historietas masivas,
dejó de ser una alternativa ante la reducción de las tiradas. Lo reemplazaron
las comiquerías y la venta en encuentros –eventos- de autoeditores. También se produce una modesta reactivación
de la edición local de comics
extranjeros, de libros de manga que
antes se importaban de España, como también reediciones y sketchs books de autores argentinos y algún escaso material nuevo.
En un intento de ediciones distribuidas en kioscos, editorial Perfil tuvo, a fines del 2004 y
comienzos del 2005, un fracaso estrepitoso que indicó un desconocimiento total
de las nuevas condiciones objetivas del campo, con el lanzamiento simultaneo de
cinco revistas de historietas de bajo costo y, en general, baja calidad, pronto
discontinuadas.
En conclusión, en nuestro país, en el campo de
la historieta realista desaparecieron la actividad industrial tradicional, las
ediciones masivas y los lectores de las clases populares. Desde el 2004 se está pasando a los formatos
más costosos en álbum, revista de lujo o libro, con distribución en comiquerías
y en algunas librerías, con destino a un grupo comparativamente reducido de
lectores. De tiradas de hasta cuatrocientos mil ejemplares semanales -en los
cuarenta y cincuenta- se pasó a mil, dos mil o tres mil ejemplares de irregular
temporalidad. En el siguiente cuadro graficamos el campo:
GRAFICO CAMPO HISTORIETA REALISTA ARGENTINA
producción productores culturales
reales
guionistas dibujantes
editos
editos esp.
alternativos
inéditos editor autoedición
ASOCIACIONES
impresor
soporte digital
soporte papel
internet (web master) diario
revista
cd
rom
álbum
libro
fotocopia/mimeo
circulación
distribuidor autodistribución
vendedores quiosco
revistas
especializadas
críticas otros
medios comiquería
libros sobre
historietas
librería
eventos, sitios
intercambio
espacios alternativos
agentes y mecanismos de
consagración
consumo aficionados “fans”
receptores
(compradores, público,
lectores,
consumidores)
EL HABITUS.
“Hoy
dejaré las puertas y las ventanas de mi casa abiertas. Para siempre.” (Alfredo
Zitarrosa “Guitarra Negra”)
El concepto de habitus no supone exclusivamente
disposiciones reproductivistas, no dispuestas al cambio. En contra las lecturas
“reproductivistas” de su teoría Bourdieu planteó: “ …lo paradójico es que la mayoría de los
comentaristas ignoran por completo la diferencia principal entre mi empleo de
esta noción [habitus] y todos los demás usos anteriores –utilicé la palabra
habitus también y, sobre todo, para evitar el vocablo costumbre-, a
saber, la capacidad generadora, por no decir creadora, que figura en el sistema
de disposiciones como un arte –en el sentido fuerte de maestría
práctica-, y en particular, ars inveniendi. En resumidas cuentas, ellos
elaboran una representación mecanicista de un concepto construido contra el
mecanicismo.” (Bourdieu y Wacquant, 1996: 84)
Morley señala que la noción de habitus de
Bourdieu “permite aprehender la articulación de las dos dimensiones de estructura
y acción” (1996: 39). Cómo explicamos en el cuadro
introductorio, las disposiciones que implica el habitus orientan las prácticas
sociales, a través de la lógica del sentido práctico, afectando esas prácticas
a las estructuras objetivas mismas y reconstituyéndolas. Las disposiciones adquiridas tempranamente
son durables, a la vez cerradas y abiertas, y en cierto sentido irreversibles,
porque las mismas permanecen toda la vida, no porque no puedan ser modificadas,
sino porque aún en ese caso las modificaciones se definen en relación a lo que
se deja de ser. Sí soy alguien que
tempranamente adquirió disposiciones para chacarero, aunque luego me convierta
en docente universitario y adquiera las disposiciones correspondientes, sigo
siendo chacarero en las disposiciones que conservo y reconvierto a veces y en
las que he tenido que modificar en contra de aquellas.
El habitus ejerce un efecto de cierre en cuanto
permite que adquiramos las disposiciones que tienden a lograr que nos adaptemos
a las posiciones objetivas sin necesidad de reflexión ni de cálculo. Está, al
mismo tiempo, abierto, ante las
situaciones que se le van presentando a los agentes y la necesidad de que tomen
decisiones, a la construcción, a la invención, a la adaptación, etc.
El sentido práctico
como lógica de funcionamiento del habitus.
El habitus funciona con una lógica que Bourdieu
llama del “sentido práctico”. El habitus
nos da una orientación, una disposición a movernos de acuerdo a nuestras
posiciones, pero esa orientación es sólo aproximativa, es ambigua y es abierta,
y no podría ser de otra manera porque no puede determinar qué tenemos que hacer
ante cada una de las casi infinitas situaciones que se nos presenten en el
futuro. Ante estas situaciones, el
habitus nos permite decidir de acuerdo a ese sentido práctico, pero no marca
taxativamente cómo debemos decidir.
Incluso está abierta la posibilidad de que decidamos en contra de los
que a primera vista parecerían ser nuestros intereses. Por esto el planteo de
Bourdieu es estructural-constructivista.
De parte de las estructuras objetivas externas, que preexisten a nuestra
existencia individual, hay condicionamientos pero no determinaciones, ya que
somos nosotros mismos con nuestras decisiones los que permanentemente estamos
construyendo las estructuras internas. Por eso nos referimos al habitus no sólo como una estructura
estructurada, a partir de la trayectoria en las posiciones, sino también como
una estructura estructurante de esas propias posiciones y de las estructuras
objetivas. Puede que se produzcan
cambios apenas perceptibles, como en una sociedad tradicional que presenta una
estructura menos permeable a la innovación y apunta a que todo se haga según se
hizo antes, según lo hicieron lo mayores.
Pueden producirse cambios más o menos significativos, más o menos
relevantes, individuales o grupales. De
cualquier manera un cambio estructural, un cambio en la definición de los
capitales que se juegan en el espacio general, supone acción colectiva y lo que
Bourdieu llama luchas simbólicas que permitan construir una visión del mundo
alternativa a la dominante y construir identidades coherentes con esa nueva
visión del mundo.
Los agentes que ocupan posiciones en el espacio
social general y en diversos campos poseen, entonces, habitus que ponen en acción un sentido práctico que tiende a estar
ajustado a las exigencias de la posición que ocupan. El ajuste a las exigencias
de las posiciones es predominantemente irreflexivo, pero también puede ser
reflexivo o parcialmente reflexivo.
La distinción, el
gusto y los estilos de vida.
“«¡Qué sencillo
es! Nadie diría que es Barón», dijeron algunos asiduos de la casa cuando salió
monsieur de Charlus…” Proust, Marcel (2000) En
Búsqueda del tiempo perdido. 7. El tiempo recobrado. Biblioteca Proust.
Alianza Editorial. Madrid. Pág. 167.
Al referirnos a los cambios
estructurales volveremos sobre las luchas simbólicas, pero entonces lo haremos
en relación a cómo ellas son parte de los procesos de modificación de las
estructuras sociales macro, del espacio social general. En otras situaciones
las relaciones simbólicas funcionan expresando distinciones que reduplican
simbólicamente las diferencias de clase y que incluyen las estrategias de
condescendencia que ejemplifica la cita de M. Proust. Estrategias que si bien parecen orientadas a
establecer una igualdad entre los distintos, no hace más que reforzar la
posición dominante del dominante. No es
que el Barón se iguale a los dominados al ser humilde, agrega a las diferencias
existentes la simbólica. Los dominados
siguen siendo dominados y además reconocen la simpleza del Barón, reduplicando
la distancia simbólica entre ambos. En esta distinción son claves el gusto y
los estilos de vida.
Las
condiciones objetivas de existencia, la posición de clase y por lo tanto la
posición en el espacio social general, condicionan los habitus. “…el habitus es a
la vez, en efecto, el principio generador
de prácticas objetivamente enclasables y el sistema
de enclavamiento (principium divisiones)
de esas prácticas. Es en la relación de esas dos capacidades que definen el
habitus –la capacidad de producir unas prácticas y unas obras enclasables y la
capacidad de diferenciar y de apreciar estas prácticas y estos productos
(gusto)- donde se constituye el mundo
social representado, esto es, el espacio
de los estilos de vida.” (1988b: 170/1)
Quienes
pertenecen a la misma clase social ocupan posiciones similares y por ello
tienden a tener disposiciones similares y tienden a realizar prácticas sociales
semejantes. Pero, el habitus también permite apreciar esas
prácticas sociales y ubicarlas como de una clase social desde la perspectiva de
otra clase social. Así unas prácticas
como los signos distintivos que conforman los estilos de vida funcionan como
prácticas enclasadas (dentro de una clase, desde la posición de una clase) y
enclasantes (en cuanto son apreciadas como de una clase a partir de sistemas de
percepción y de apreciación, el gusto).
El gusto por ciertas producciones artísticas, por ciertas comidas, etc.
expresa la posición de los dominantes y las posibilidades de los
dominados. En los dominados la necesidad
se convierte en virtud, gustan de aquello que en realidad es lo que
corresponden a sus posiciones de dominados.
“La necesidad –afirma Bourdieu- impone un gusto de necesidad que implica
una forma de adaptación a la necesidad y, con ello, de aceptación de lo
necesario, de resignación a lo inevitable, disposición profunda que de ninguna
manera es incompatible con una intención revolucionaria, aún cuando siempre
confiere a ésta una modalidad que no es la de la rebeliones intelectuales o de
artistas. La clase social no se define sólo por una posición en las relaciones
de producción, sino también por el habitus de clase que «normalmente» (es
decir, con una fuerte probabilidad estadística) se encuentra asociado a esta
posición.” (Ibid: 379) Las elecciones,
que en conjunto van a constituir un estilo de vida, de las clases populares
tiende a ajustarse a lo que les resulta posible y a las inversiones
“razonables” a su condición: “Las prácticas populares tienen como principio la elección de lo necesario («esto no es
para nosotros»), en el sentido, al mismo tiempo, de lo que es técnicamente
necesario, «práctico» (…), es decir, necesario para ser «como hay que ser, sin
más», y de lo que viene impuesto por una necesidad económica y social que
condena a la gente «sencilla» y «modesta» a unos gustos «sencillos» y
«modestos». El ajuste de las posibilidades objetivas, que está inscripto en las
disposiciones constitutivas del habitus,
se encuentra en la base de todas las elecciones realistas que, fundadas en la
renuncia a unos beneficios simbólicos de cualquier manera inaccesibles, reducen
las prácticas o los objetos a su función técnica –corte de pelo «aseado»,
«vestido completamente sencillo», «muebles fuertes», etc.-” (Ibid: 386)
Recordemos el
caso de los autoeditores independientes en el campo de la historieta realista.
En definitiva son los gustos y los estilos de vida formas de dominación, en las
cuales la dominación se reduplica simbólicamente. Un docente universitario que
conocemos afirma que su Gacel Volkswagen
modelo 91 es el mejor auto que hay, y que no piensa cambiarlo por uno más
nuevo. “Tiene un gran motor, fuerte, con
nulos componentes digitales, y por lo tanto en cuanto predomina lo mecánico es
más fácil y más barato de arreglar”, afirma con tono convincente. El auto está
lleno de abollones y asegura que no piensa arreglarlos porque así no se lo van
a robar. El paragolpes está atado con
alambres y afirma que así es mejor, porque los otros autos piensan –abollones y
paragolpes precariamente sostenido- que el conductor debe ser un peligro y le
ceden el paso. En realidad, este docente
está convirtiendo la necesidad en virtud: no va a cambiar su Gacel 91 porque su sueldo no le alcanza
para hacerlo y tampoco le alcanza para arreglar los abollones o cambiar el
paragolpes.
Pero,
considera Bourdieu, no todo es interiorización de la dominación y existen
formas de defensa contra esas condiciones:
“Existe (…) todo lo que pertenece al orden del arte de vivir, una
sabiduría adquirida a prueba de necesidad, de sufrimiento, de humillación, y
depositada en un lenguaje heredado, expresión de sí mismo y de la solidaridad
práctica con los otros (evocado por el adjetivo bon vivant en el que se reconocen las clases populares), en
resumen, todo lo que se engendra en el hedonismo realista (y no resignado) y en
el materialismo escéptico (pero no cínico) que constituyen a la vez una forma
de adaptación a las condiciones de existencia y una defensa contra esas
condiciones.(…)” (1988b: 398)
Ajustes y
desajustes de los habitus y de las prácticas sociales: el efecto Don Quijote.
“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no
quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en
astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. (…) Es, pues, de saber, que este sobredicho
hidalgo, los ratos que estaba ocioso –que eran los más del año- se daba a leer
libros de caballería con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto
el ejercicio de la caza y aún la administración de su hacienda; y llegó a tanto
su desatino y curiosidad en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de
sembradura para comprar libros de caballería… (…) En resolución, él se enfrasco tanto en su
lectura, que se pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de
turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el
celebro, de manera que vino a perder el juicio.
Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de
encantamientos como pendencias, batallas, desafíos, requiebros, amores,
tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación
que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía,
que para él no había otra historia más cierta en el mundo. (…) En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar
en más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció
conveniente y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio
de su república, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus
armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él
había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género
de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrarse
eterno nombre y fama.”
El Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la
Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra.
CONDICIONES OBJETIVAS
DE
ADQUISICION DE
APLICACIÓN
DE LAS DISPOSICIONES DE LAS DISPOSICIONES
SI NO
VARIAN
SI VARIAN
SIGNIFICATIVAMENTE:
SIGNIFICATIVAMENTE:
TENDENCIA AL
AJUSTE POSIBILIDAD DEL
DESAJUSTE
¿Qué ocurrió con el
celebre hidalgo don Quijote de la
Mancha? No variaron las condiciones objetivas en que había
adquirido sus disposiciones iniciales,
pero tanto leer novelas de caballerías que daban una versión fantástica de una
supuesta época anterior -ya no existían caballeros andantes cuando Don Quijote
hacía sus lecturas, y menos habían existido las descabelladas aventuras que
leía en sus libros- que variaron sus disposiciones sin que variaran
significativamente las condiciones objetivas. No variaron, entonces,
objetivamente las condiciones en que había adquirido sus disposiciones, pero si
variaron para él porque pasó a considerar como reales las condiciones de las
novelas que leía y reajustó sus habitus previos a esas condiciones sólo
existentes en las novelas. Su reajuste
lo convirtió en un desajustado, particularmente cuando salió con su fiel
escudero a desfacer entuertos en
condiciones objetivas que no se correspondían con las que él suponía reales y
entonces comenzó a ver la realidad de acuerdo a sus particulares disposiciones
y a su particular suposición de las condiciones objetivas, basadas en las
historias fantásticas que leyera. Así confunde los molinos de viento con
gigantes:
“En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay
en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
- La ventura va
guiando nuestras cosas mejor de lo acertáramos a desear; porque ves allí, amigo
Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más, desaforados gigantes, con
quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos
comenzaremos a enriquecer, qué esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios
quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
- ¿Qué gigantes?
–dijo Sancho Panza.
- Aquellos que allí ves –respondió su amo- de
los brazos largos que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
- Mire vuestra
merced –respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes,
sino molinos de viento, y lo que en ello parecen brazos son las aspas, que,
volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
- Bien parece
–respondió don Quijote- que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos
son gigantes; y si tienes miedo, quitaté de ahí, y ponte en oración en el
espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y diciendo esto,
dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero
Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, era molinos de viento y no
gigantes. Pero él iba tan puesto que eran gigantes, que ni oía las voces de su
escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran…”
(Ibid)
De esta historia
toma Bourdieu la forma de designar a los casos de desajuste de las
disposiciones y las prácticas: efecto Don Quijote. Los agentes sociales adquieren sus
disposiciones –su habitus- en cierto estado
objetivo del espacio social general o de los campos, en un momento socio
histórico concreto, lo cual va a resultar en la tendencia a que los agentes
adapten, sin necesidad de proponérselo, sus prácticas a dichas condiciones
objetivas de producción de las disposiciones, por lo tanto en una tendencia a
la reproducción. Si esas disposiciones son aplicadas en un estado objetivo del
campo que no ha sufrido cambios significativos respecto del momento de
adquisición de las disposiciones, tenderá a existir un ajuste, una
coincidencia, entre el campo, por ejemplo, y dichas disposiciones. Pero, si se
produce un cambio importante de la situación objetiva y el agente social persiste sin embargo en aplicar las
disposiciones, que se corresponden a la anterior situación objetiva del campo,
se producirá un desajuste, dado que sus prácticas serán extemporáneas respecto
de la nueva situación. Entonces, en cuanto las condiciones subjetivas no
coincidan con las condiciones objetivas, puede, pero solo puede, producirse el desajuste, el “efecto Don Quijote”. De modo
que las prácticas de los agentes sociales pueden tornarse “inadecuadas”,
“desubicadas”, “atrasadas”, “fuera de tiempo”, “desactualizadas”, en
definitiva, desajustadas.
El desajuste es un tema central para entender
muchas de las situaciones que se presentan a los agentes sociales en Argentina
en los últimos treinta años, primero con la imposición de la dictadura de una
lógica de la especulación financiera que pasa a ser más productiva que la
lógica, interiorizada en disposiciones, orientada a la producción industrial o
agro-ganadera. Luego producen desajustes
los bruscos cambios, por ejemplo, del periodo menemista con el consenso al
modelo neoliberal globalizante y su posterior fracaso, a partir de la recesión
y la posterior crisis. El nuevo modelo
excluyente, que incluye la informatización de la mayoría de las actividades
productivas, convierte en desajustadas las competencias y los capitales
laborales de muchos argentinos, que pasan a ser desocupados o desocupados
estructurales. El desajuste y el
sufrimiento que el mismo acompaña es una constante de la historia argentina
reciente y los planteos de Bourdieu brindan algunos elementos para tratar de
comprenderlos y modificarlos. Los
productores e industriales que cuando lo que daba resultados era la
especulación apostaron a continuar produciendo, como su habitus orientaba,
perdieron sus tierras o quebraron mayoritariamente. Cientos de obreros que no pudieron
interiorizar las nuevas competencias laborales que la informatización de la
producción exigía también quedaron sin trabajos.
¿Qué
posibles resoluciones se presentan ante el desajuste de las disposiciones y
prácticas de los agentes sociales?
- Los agentes pueden ir ajustándose
progresivamente a los cambios cuando los cambios son progresivos, o cuando son
rápidos al costo de difíciles reconversiones.
- El reajuste puede quedar librado a las
decisiones y capacidades de los agentes individuales, o puede ser
colectivo. Si, por ejemplo en Argentina,
salvo casos excepcionales, se dejó librada a la iniciativa individual el ajuste
de las competencias laborales demandadas por la informatización, en otros
países ese ajuste fue encarado colectivamente, e incluso en algunos países
sindicatos, empresas y gobiernos trabajaron previamente a la introducción de
las nuevas tecnologías para prever y evitar el desajuste.
- Puede producirse una discontinuidad del
desajuste acompañada generalmente por un sufrimiento, dado el dislocamiento que
sufren las identidades.
- Ante la continuidad del desajuste algunos
agentes pueden responder con una rebeldía individual e inorgánica, o navegar en
los márgenes ya sea a través de la delincuencia, que permite acceder por vías
no legitimadas a lo que el sistema enseña a desear, o convirtiéndose en
linyeras o mendigos.
- Pero, también puede que colectivamente se
plantee que el problema no son los desajustados, sino las injustas condiciones
objetivas que han llevado a esas situaciones, y se organicen para modificar las
condiciones objetivas. En ciertas
situaciones, más allá de la intención reflexiva colectiva de modificar las
condiciones objetivas, las prácticas de los agentes sociales para sobrevivir
pueden llevar a cambios de dichas condiciones como consecuencias no
planeadas. En el año 2002 el 10% de los
movimientos económicos argentinos se realizaron a través de las llamadas
economías solidarias, clubes del trueque, comedores, huertas, etc. Si bien el cambio no afectó la estructura ni
duró en el tiempo fue un hecho significativo de modificación temporaria de las
condiciones objetivas que la economía tomará carriles como esos, impensados en
pleno auge del menemismo. Entonces,
puede que la búsqueda de la supervivencia lleve a cambios parciales, pero
también puede que las luchas orgánicas lleven a modificar las condiciones
estructurales, al cambio estructural. ¿Qué sería de una nación que basara su
desarrollo en economías solidarias, sin llegar a plantearse ni el socialismo ni
el comunismo, y no especulativas o competitivas, como las del capitalismo?
Cambio social
estructural y luchas simbólicas.
Seguramente estos
son temas que ameritarían un tratamiento particular y más extenso, pero lo
limitamos en relación a los objetivos introductorios de este texto.
No hay un texto
en particular en el cual exponga Bourdieu sistemáticamente el cambio social estructural;
como la mayoría de sus conceptos, está desperdigados en una serie de textos y
debemos ligarlos. Esto se debe no a una
incoherencia de Bourdieu, sino a su planteo de que la teoría se debe ir
desarrollando desde y junto a la investigación empírica, y no como unas teorías
abstractas al margen de la empiría.
¿Cuándo podríamos
hablar de un cambio social estructural?
Cuando cambian los capitales en juego en el espacio social general, por
lo tanto los capitales que definen las clases sociales. Por ejemplo, si el capital religioso desplaza
al capital económico como el más importante (Afganistán al imponerse los
talibanes), o cuando el capital económico desplaza al religioso (Afganistán
después de la invasión norteamericana).
Pero, también consideramos que existe un cambio estructural cuando, sin
cambiar los capitales en juego en el espacio general, cambia el sistema de
propiedad de los mismos. Así en el paso
del capitalismo a los socialismos reales el capital económico siguió siendo
central, aunque ahora de propiedad estatal, y en todo caso el capital político
desplazó en buena medida al capital conocimiento.
En el planteo de
Bourdieu un cambio social estructural no sólo se produce solamente porque cambien
los capitales en juego, o la propiedad de los medios de producción: es
indispensable también que se modifiquen los habitus.
Por tanto, no sólo las estructuras externas, sino también las internas. En este punto son claves las luchas
simbólicas, pero antes de detenernos en ellas revisemos algunas situaciones que
pueden ser punto de partida del cambio social estructural, junto con las luchas
simbólicas encabezadas inicialmente por los intelectuales.
Una de las posibles circunstancias que favorecen al cambio
estructural es el desacuerdo colectivo con las nuevas condiciones objetivas,
aunque evidentemente ello se relaciona con el desenganche brusco de las
oportunidades objetivas y las esperanzas subjetivas. Al respecto plantea
Bourdieu: “Una vez establecida la lógica
de los procesos competitivos (o de desbandada) que condenan a cada agente a
reaccionar de forma aislada ante el
efecto de las innumerables reacciones de los otros agente, o con mayor
exactitud, al resultado de la agregación
estadística de sus acciones aisladas, y que reducen a la clase al estado de
masa dominada por su propio número y
por su propia masa, se está en condiciones de plantear la cuestión, muy
debatida entre los historiadores de este momento, de las condiciones (crisis
económicas, crisis económica que sobreviene después de un período de expansión,
etc.) en las cuales viene a interrumpirse la dialéctica de las oportunidades
objetivas y de las esperanzas subjetivas que se reproducen mutuamente: todo
permite suponer que un brusco desenganche de las oportunidades objetivas puede determinar
una ruptura de la adhesión que las clases dominadas, objetiva y subjetivamente
excluidas de la carrera de repente, otorgan a los objetivos dominantes hasta
ese momento tácitamente aceptados, y puede también hacer posible por ello un
verdadero vuelco de la tabla de valores.” (1988b: 165) Claro que es inverosímil que esto concluya
con un cambio de las estructuras si esas clases no han llegado a organizarse
previamente y a estar listas para la toma del poder, luego de haberse
convertido en hegemónicas, teniendo en cuenta los planteos de Antonio Gramsci
respecto de las causas de la crisis orgánica del Bloque Histórico y la
posibilidad de la construcción de un nuevo bloque histórico (von Sprecher
(coord.) 2005). De cualquier manera,
esta cuestión aparece planteada de otra forma cuando Bourdieu considera las
luchas simbólicas en el proceso de transformación. En estas luchas simbólicas puede que
aparezcan intelectuales de la clase dominante, dominantes/dominados –esto ya lo
planteaba Weber-, que por su homología objetiva con los dominados/dominados, se
puedan aliar con estos y convertirse en sus voceros. Estos voceros que podrían estar expresando el
potencial liberador de la ideología del que habla Bourdieu[19],
son claves en las luchas simbólicas y en la producción y difusión de una visión
del mundo alternativa a la visión dominante (los filósofos, educadores,
divulgadores, etc., en la teoría de Gramsci).
La construcción por parte de los intelectuales de una visión del mundo
alternativa, es condición de un cambio social que supone también una subversión
del conocimiento. Pero las luchas
simbólicas, para que puedan efectivamente contribuir al cambio estructural,
suponen que a partir de esos voceros, que desplazan sus capitales a favor de
los dominados encerrados en una especie de circulo vicioso por la
interiorización de su dominación, se produzcan también empresas de
organización, empresas de movilización, empresas de institucionalización y
empresas de constitución de identidades colectivas. Estas últimas son las que permitirían la
ruptura con las representaciones de la visión del mundo dominante y la
subversión del habitus, como
condición y parte del cambio estructural.
BREVES DATOS
BIOGRAFICOS.
Luego de su reciente muerte, se ha publicado en Francia el
libro Esquisse pour un auto-analyse (Raison d’agir, 2004) de
Pierre Bourdieu, algo así como Bocetos para un auto-socianalisis, que
desde el título mismo dan cuenta de la posición crítica del autor frente a las
autobiografías corrientes.
Pierre Bourdieu,
nacido el 1° de agosto de 1930 en Denguin, en la región de Aquitania, era
descendiente de una familia de pastores. Su padre, cartero de la pequeña
población que tenía 450 habitantes cuando nació, era el primero de su familia
en emprender una actividad en ciertos aspectos intelectual. Bourdieu
nació y tuvo sus tempranas experiencias en una familia de los dominados,
pero era doblemente dominada por la posición marginal en Francia del Bearn, la
provincia en la que se ubica Denguin, y por ser gascones con su propio dialecto
(el bearnes). De alguna manera la trayectoria de Bourdieu, que el mismo
calificara de milagro sociológico, es la de una constante práctica de
subversión de los determinantes a los cuales aparentemente estaba condenado.
Para realizar sus estudios
secundarios debió trasladarse al Liceo L. Barthou, en Pau, e
internarse. Como en la secundaria resultó un alumno destacado un profesor
le aconseja inscribirse en el Liceo Louis-Le Grand de París, institución
de prestigio. De allí pasó a la École normale supérieure (ENS), en la
cual fue compañero de Jacques Derrida entre otros, y en la que logró, en 1954,
una agregación en Filosofía (un
diploma que permite enseñar) en 1954. Su tesis fue sobre Animadversiones
de Leibniz. En 1954 se convirtió en profesor de Filosofía en el Liceo
de Moulins, pero al año siguiente fue convocado al servicio militar en
Versalles y, por “razones disciplinarias” lo trasladaron a Argelia, por
entonces colonia francesa, al norte de Africa. Los argelinos llevaban
adelante una guerra de liberación que provoco tremendas divisiones entre los
franceses.
Para Bourdieu la experiencia de
Argelia resultó inigualable, de militar devinó en Profesor de Filosofía en la Facultad de Letras de
Argelina, asimismo llevó adelante una serie de importantes trabajos
etnográficos. Sus estudios argelinos son centrales en su producción y la
elaboración de su teoría.
En 1960 volvió a Francia, y
ingresó como asistente en La
Sorbona , y enseñó en Lille, al mismo tiempo que profundizó
sus estudios en antropología y en sociología. En sociología inicialmente
trabajó bajo la dirección del prestigioso Raymond Aron. Criticó al
estructuralismo y prestó atención a la escuela como lugar en el cual se
reproducen las relaciones de dominación y una nobleza. Aron logró
que fuera nombrado a cargo del Centro Europeo de Sociología Histórica,
pero en el 68 Bourdieu romperá con él. Fundó la revista Actes de la
recherche en sciencies sociales.
En 1981 Bourdieu logra obtener
el cargo de Profesor Titular de Sociología del Collège de France,
el más prestigioso del sistema universitario francés. En 1993 fue el
primer sociólogo en obtener la medalla de oro del Centro Nacional de
Investigación Científica (CNRS). A pesar de ello no dejo de ser un implacable
crítico del sistema francés de enseñanza.
Dirigió la colección El
sentido común en la editorial Minuit (1964-1992) y Los últimos años
de su vida dedicaría grandes esfuerzos en militar en Raisons d'agir (Razones
para Actuar), una asociación contra el neo-liberalismo y defensora del
estado social.
Militó activamente, desde
principios de lo noventa, contra la intervención en Irak. En 1995 apoyó a
los huelguista ferroviarios y participó en innumerables manifestaciones,
incluyendo aquellas que defendieron a José Bove, amigo suyo, que fue enjuiciado
por destruir un local de MacDonald. Bourdieu defendió sus tomas de posición
pública: "Si yo he debido, para ser eficaz, comprometerme en persona y con
nombre propio, siempre ha sido con la esperanza [...] al menos de romper la
apariencia de unanimidad que constituye lo esencial de la fuerza
simbólica del discurso dominante", que predica "la utopía neoliberal
de un mercado puro y perfecto". (Citado por Isabel Blanco Velasco)
Su muerte, por
cáncer, se produjo el 23 de enero de 2002. Sus textos tuvieron,
tempranamente, pero con importantes omisiones, amplia difusión en Argentina, donde
tuvo acérrimos detractores que los acusaron de estructuralista, de
determinista, de constructivista, de funcionalista, de marxista o de liberal.
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del arte. Paidos comunicación. Barcelona.
[1]
Aquella en la cual Karl Marx
afirmara “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos
modos; de lo que se trata es de transformarlo”.
[2]
El separar estructuras
externas de estructuras subjetivas y de prácticas sociales es, asimismo, un
recurso analítico y didáctico. De hecho quienes ocupan objetivamente posiciones
en las estructuras externas objetivas portan una estructura subjetiva de
disposiciones, y las prácticas que realizan constituyen las relaciones entre
las posiciones.
[3]
La misma idea de posiciones y
relaciones entre posiciones la utilizaremos para referirnos a las estructuras
internas subjetivas, en este caso serán disposiciones subjetivas que ocupan
posiciones y se relacionan entre sí.
[4]
“…conceptos que funcionan como
«postes indicadores» que señalan fenómenos dignos de atención pero que quedan a
veces oscuros e imprecisos, aún si son sugerentes y evocadores. Creo que
algunos de mis conceptos (pienso por ejemplo, en conocimiento y
desconocimiento) entran en esta categoría.” (Bourdieu, 1988a: 49)
[5]
Eufemismo que Bourdieu utilizó frecuentemente evitando los términos de
socialización primaria, tan presentes en el estructural-funcionalismo
norteamericano y que, sin embargo, son previos al mismo, y que utilizó recién
en alguna de sus últimas obras. Podemos suponer que evitar estos términos
implicaba una maniobra de distinción y de manipulación conciente a nivel de las
luchas simbólicas en el campo de las teorías sociológicas y una denegación de
Bourdieu a dicha teoría a tal punto que la ignoraba al escribir, forma de
eliminación simbólica de un adversario al que decide ni siquiera darle la
posición de adversario.
[6]
Obviamente habrán notado la
reiterada insistencia de hablar en términos de tendencia, que tienda a ocurrir
A significa que no necesariamente ocurrirá A, siempre queda abierta la
posibilidad de que no ocurra A.
[7]
No entramos a considerar otras
competencias docentes que también suelen interiorizarse con una larga, o inteligente,
trayectoria en la posición, como el manejo teatral del escenario, la
gestualidad, la entonación, etc. Quizás
en ciertas circunstancias del campo la extensa trayectoria tienda a producir
clases (y docentes) desactualizadas, aburridas, desapasionadas…
[8]
En estos términos que utiliza
Bourdieu (la historia siempre pudo ser distinta) encontramos unas de las
diferencias centrales con Giddens, que plantea que un actor social cuando ha
hecho algo siempre pudo haber hecho algo distinto.
[9]
En La Rioja se hace
valer el capital relaciones sociales para lograr ocupar un puesto en la Administración Pública. Se trata de un espacio social general, o un
subespacio si se quiere, que conserva rasgos del tipo de división del poder
estamental, en el sentido weberiano, que otorga una distinción particular al
capital social, a la familia a la que se pertenece, la oligarquía de los blasones, los viejos blasones que vienen de la
conquista y la colonia, a los que hiciera referencia el pensador riojano
Ricardo Mercado Luna.
[10]
Bourdieu suele utilizar la
palabra inconciente o no conciente para referirse a prácticas no reflexivas, el
uso que hace de aquella palabra es prácticamente el cotidiano, y poco tiene que
ver con los usos del término de Freíd en adelante. En cambio Giddens, cuando usa el término
inconsciente tiene como referencia el psicoanálisis y una conceptualización más
cercana a la de ese campo. Como en este mismo texto escribiremos un capítulo
sobre Giddens, para evitar confusiones, preferimos evitar al dar cuenta de la
teoría de Bourdieu usar la palabra “inconsciente” y usar “no reflexivo” o
“irreflexivo”, pero también lo hacemos para evitar las imprecisiones que el uso
del término, por parte de Bourdieu, genera.
[11]
Creo que quien esquematizó de
esta forma la homología estructural de referencia fue Luciano Lazzarini, hoy
amigo y colaborador, cuando cursaba Sociología
de la Comunicación
en la Universidad
Católica de Santa Fe, en el año 2000.
[12]
Raymond Williams realiza en Cultura. Sociología de la comunicación y
del arte (1982) un
tratamiento de esta cuestión que puede refinar el planteo de Bourdieu.
[13]
Probablemente dicho planteo dividiendo entre clases propietarias y clases
lucrativas ha influenciado Bourdieu.
[14]
Por qué no se trata, en este
campo, sólo de no pecar para salvar el alma, hace falta además cumplir con una
serie de ritos y requisitos que sólo pueden ser suministrados a los fieles por
los miembros de la iglesia expresamente autorizados y en el momento oportuno:
bautismo, comunión, confirmación, casamiento religioso, confesión,
extremaunción, etc.
[15]
Puede que recuerden el caso,
relativamente reciente, del ex Arzobispo de Santa Fe Edgardo Storni, en el que
se hicieron públicos, los abusos sexuales del Arzobispo a jóvenes seminaristas.
[16]
Proyecto denominado Mapa del campo de la producción, edición y distribución de historietas
realistas en Argentina (CPEDHRA), dirigido por el autor de este capítulo y
co-dirigido por el Dr. Jeffery Littleton Williams.
[17]
Manga es la
denominación que se le da a lo que aquí llamamos historietas y en Estados Unidos comics.
Aunque si tuviéramos tiempo para profundizar podríamos aclarar que son
formas narrativas cercanamente emparentadas, pero con sus propias y
distinguibles particularidades. Casi
todos conocerán algún ejemplo de los mangas que se editan en Argentina como Kenshin, I’s, Paradise Kiss o
recientemente Vagabond. Debe tenerse en cuenta que a su vez el manga, emparentado con el animé –el dibujo animado japonés, que
también es distinto al occidental- tiene un sistema de géneros y subgéneros
extremadamente diverso y complejo.
[18]
Denominación que combinaba la
idea de suplemento y de subterráneo o under.
[19]
Cuando uno lee por primera vez
las reflexiones de P. Bourdieu sobre el potencial liberador de la sociología,
es difícil evitar pensar en que su planteo es pedante y que sobreestima los
potenciales de la sociología o de las ciencias sociales. Sin embargo, cuando uno piensa en el tremendo
efecto de teoría que tuvo Karl Marx
–y del cual su propia teoría es incapaz de dar cuenta- sobre la constitución de
un proletariado revolucionario o sobre las revoluciones en países en los que
aún no estaba plenamente constituido un proletariado, no se puede negar ese
potencial; como tampoco se podría negar un potencial de colaboración con la dominación
de la sociología, si uno piensa en el estructural-funcionalismo
norteamericano. De hecho confiando en
ese potencial de liberación Bourdieu se convirtió, en las últimas décadas de su
vida, en un activo militante.
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